Los que leen el fuego

JFR
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La brigada de policía científica de Toledo cuenta con un equipo de investigación de incendios que se encarga de esclarecer las causas de las llamas e interpretar el rastro de destrucción dejado por el fuego

Los que leen el fuego - Foto: David Pérez

La Policía Nacional tiene especialistas en investigación de incendios desde el año 1987. Se trata de equipos específicos dentro de las brigadas de policía científica que se encargan de realizar los análisis, comprobaciones y operaciones técnicas en aquellos lugares donde se ha producido un incendio, o una explosión, para su posterior investigación y esclarecimiento.

En Toledo, la brigada científica, al mando del inspector jefe Francisco Javier Igual Madruga, cuenta con un equipo de investigación de incendios formados por tres profesionales que se encargan de aportar evidencias a todas las investigaciones en las que el fuego haya formado parte. José Moral es el inspector jefe del grupo de incendios de la Policía Nacional en Toledo, y tiene el respaldo del oficial Francisco Javier Sánchez Ramos y del policía Antonio Valles López.

Por sus manos pasan todos los casos en los que se tengan que esclarecer las causas de un incendio, aunque también desarrollan otras actividades dentro del amplio abanico de tareas de la policía científica.

Los que leen el fuegoLos que leen el fuego - Foto: David PérezCon todo, por lo que respecta a los incendios, en los últimos tiempos están teniendo bastante trabajo. En España, la Policía Nacional investiga una media de cuatro incendios al día; y en Toledo la estadística no le va a la zaga.

En los últimos meses ha llamado la atención el aparatoso incendio ocurrido en una urbanización de la avenida de Francia. Más de doscientos vecinos tuvieron que ser desalojados y se vivieron momentos de gran tensión que, por fortuna, solo se tradujeron en grandes daños materiales. Varios coches calcinados en un garaje y los pilares de uno de los bloques de pisos afectados. 

Una vez el trabajo de los bomberos finaliza es donde entra en acción el equipo de incendios de la Policía Nacional.

Los que leen el fuegoLos que leen el fuego - Foto: David PérezLo más trascendental es evitar que el lugar del incendio se ‘contamine’. Hay que tener cuidado de no tocar nada ni de provocar la pérdida de pruebas que puedan ayudar a esclarecer los motivos del siniestro. Por eso, la escena debe ser cerrada hasta que la policía científica termine su trabajo.

Además de ese trabajo de campo, también hay una labor muy importante de información que es suministrada por los bomberos a los agentes. Ellos atacaron las llamas, las sofocaron, y su testimonio puede ayudar muchas veces a descubrir detalles que de otra forma podrían pasar inadvertidos.

Pero, una vez la destrucción es patente y las llamas lo han consumido todo, llega el turno de los policías que saben leer el fuego. Y es que, todo incendio cuenta una historia, siempre propia y con sus particularidades, y hay que saber estar muy atento a los detalles que ofrece.

Los que leen el fuegoLos que leen el fuego - Foto: David PérezPara ello, estos tres policías explican que la mejor herramienta es «la experiencia». El haber visto muchos tipos diferentes de incendios y buscar esos leves patrones que se repiten. Pero antes, siempre y sin excepción, hay que recoger bien las pruebas.

El etiquetado de las muestras que se van tomando en los distintos escenarios de incendios, y la importancia de que no se rompa la cadena de custodia, es vital para la resolución de los casos. 

«Etiquetamos con los números de control y remitimos la muestra al laboratorio, y luego cuando nos la devuelven al juzgado, que es el fin de toda investigación. El juzgado debe tener conocimiento de dónde ha estado la muestra en todo momento, la trazabilidad que ha tenido y el resultado final», explica el inspector jefe del grupo de incendios de Toledo, José Moral.

Además, es indispensable en toda investigación contar con un croquis o un plano del lugar del incendio, en el que queden debidamente marcados todos los elementos y pruebas recogidas. 

Para ello, el equipo de investigación de incendios de Toledo cuenta con un particular maletín. Todas las ramas de la investigación científica policial tiene su maletín específico para acudir al lugar de los hechos (incendios, balística, huellas...), pero el de incendios es especialmente voluminoso.

En él se pueden encontrar desde palas para recoger muestras a llaves fijas de todo tipo, pero lo que más destaca son los viales específicos para recogidas de muestras y los frascos con válvulas septum, con cierre hermético.

Los viales sirven para tomar muestras líquidas y lo que se busca en todo incendio es algún acelerante que indique que ha sido provocado. La gasolina o cualquier derivado del alcohol suelen ser los acelerantes dominantes.

El inspector Moral explica que, a la hora de recoger una muestra en una vivienda en la que se sospeche que hay acelerantes, se deben coger varias muestras. En primer lugar, una superficial de la zona quemada. En segundo, una muestra media, para proceder en tercer lugar a picar el suelo y obtener una muestra profunda. Esta operación tiene su justificación en el hecho de que los acelerantes son líquidos, y aunque no se vean en superficie, porque se han consumido, se filtran y quedan registrados al picar.

Por último, también hay que tomar una muestra que denominan «blanca», de una zona no afectada por el fuego y que les sirve para poder comparar.

Todo este trabajo de recogida de muestras se ve posteriormente ampliado con trabajo de laboratorio, con los distintos análisis e inspecciones bajo el microscopio.

Con toda esta meticulosidad, no es raro que los tres integrantes de la unidad de incendios de la Policía Local en Toledo tengan una palabra que no les gusta usar a la ligera: cortocircuito. 

Muchas veces es utilizada para justificar de forma rápida cualquier incendio en vivienda, y los motivos de un cortocircuito no son tan fáciles de demostrar.

Las regletas que actualmente todos tenemos en nuestros domicilios son una fuente inagotable de incendios. La gente las va enganchando con otras regletas hasta que las sobrecargan, y además está el factor de la poca calidad de muchas de ellas.

Todo cortocircuito, explica el inspector Moral, deja un rastro. Crea unas «perlas de fusión» en los cables que indican que ahí se ha producido una sobrecarga. Algunas veces esas perlas son visibles a simple vista, pero en otros muchos casos es necesario el uso del microscopio para descartar que sea un simple rastro de plástico de la regleta.

Que el cable de una regleta se parta con solo tocarlo, que tenga rugosidad, es otro elemento para la sospecha para estos especialistas del fuego.

«Tenemos que estar muy al tanto del tema eléctrico. Se habla mucho de cortocircuitos y hay que conocer lo que es y lo que no, descartarlo», añade el oficial Francisco Javier Sánchez Ramos.

Además, en los últimos años los equipos de investigación de incendios tienen que estar en continuo reciclaje debido a la constante innovación en materia de dispositivos móviles con baterías de litio. Ese material es propenso a arder con elevadas temperaturas, y también han registrado incendios con sobrecargas de las baterías de ordenadores portátiles. 

El fuego, bestial y primario, acaba con muchas pruebas, pero deja siempre un rastro claro que estos policías saben interpretar a la perfección. «Sin ellos nosotros no nos movemos», afirma espontáneamente una compañera de la policía judicial al final de este reportaje, dejando claro la importancia que tiene el método científico cuando tratas de demostrar cómo han sucedido las cosas y quién es el responsable.