La sardina que se salvó ardió en la puerta de Toledo. La escultura, que el año pasado se expuso en la plaza Mayor y que iba a ser indultada, ya que no hubo desfile, finalmente ardió hoy, tras llevar un año guardada en un almacén municipal. Una quema que ha sido seguida por un cortejo fúnebre lleno de alegría, de fuego y de las falsas lágrimas de quienes la han acompañado, porque cientos de personas han seguido la marcha para llegar a la puerta de Toledo y tomar una sardina asada. 

La charanga La Melopea ha sido la encargada de poner música y de marcar los ritmos del desfile. Con canciones carnavalescas ha pedido a plañideras y acompañantes que hicieran la conga, que alzaran sus brazos o que se quedaran quietas. Mientras, en la cabeza, la asociación Humo de Colores ponía el fuego a la tarde, con malabaristas y acróbatas que hicieron las delicias de los más pequeños que observaban desde las aceras de la calle Toledo. Junto con ellos, Ciudad Real estrenaba los cinco nuevos cabezudos que se exhibieron también el año pasado, y que no habían salido aún a la calle por el coronavirus. 

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