Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


Regreso a La Concordia

14/05/2021

Vuelvo a Guadalajara, a la ciudad, porque, aunque me he pasado un año viviendo en esta tierra, el asfalto de la capital hace un año largo que no lo piso. Tenía muchas ganas de volver y lo hago al mejor lugar, a la Feria del Libro y a ese parque, La Concordia, de tan hermoso nombre, donde anidan los recuerdos de mi primera juventud.
A La Concordia en Guadalajara siempre la llamamos por su nombre, aunque durante el franquismo le pudieran una placa con otro. Para las gentes alcarreñas fue, es y será, nuestra Concordia. Así que cuando oficialmente se lo devolvieron a todos nos pareció mejor que bien. Pasó, más o menos, con otras calles también. Se les devolvía lo que era suyo, por todos conocido y ya está. Ahora me dicen, ya más de 40 años después, que andan rebuscando placas que cambiar, pero no sé porque me da que esto no es devolver memoria sino borrar.
Vuelvo a la Concordia con el recuerdo en los hombros, que no pesa sino acompaña con una sonrisa, de cuando allí teníamos, al fondo, no lejos de aquella fuente donde una gitana muy guapa solía ir a por agua, aquel Chamizo, una casa baja y destartalada, con patio y una higuera, donde nos reuníamos jóvenes con pretensiones de escribir, pintar, tallar, hacer música, sexo y libertad. Algo hicimos, poca cosa la verdad, pero sí que dimos mucho que hablar. Y lo de la libertad y aunque pareciera lo más difícil, con el empuje de tantos, de casi todos, y los más diversos colores, fue lo que mejor salió.  Porque nos salió a los españoles como el nombre de nuestro parque, Concordia y de apellido Reconciliación.
Ahora, a poco de comenzar este siglo lo han empezado a joder. Así suena de mal porque así es. Nos quieren borrar la memoria para meternos a martillazos otra anterior tuerta y mendaz. Y es por ello por lo que regreso y quiero regresar a la Concordia, cincuenta años después. Y con libro, además, pues no he sido el único de aquel Chamizo en perseverar en los vicios, unos más y otros menos, de aquel entonces. Lo presentaré allí, junto al que no pude presentar el año pasado, ‘Cabeza de Vaca’, pero en este ‘Tiempo de Hormigas’ es donde se habla, entre otras cosas que nos están dañando en nuestra libertad, nuestra convivencia y nuestra memoria colectiva. Hay denuncia, hay tristeza y hay, otra vez, rebelión ante la ahora más sutil y emboscada imposición. A una tiranía, no por cursi, menos opresora y con similar objetivo, la imposición de un, aunque sea otro, pensamiento único que castiga con el estigma y la exclusión.
Pero al repensar durante estos días, con el libro en marcha y al galope, ya vas por la tercera edición, he caído en la cuenta de que es preciso remarcar sobre todo un mensaje que quisiera hacer emerger entre todos los demás. ‘Tiempo de Hormigas’ no es fruto de ninguna reacción nostálgica, sino que contiene una vocación de futuro. Me ha hecho comprender que bajo ningún concepto podemos tolerar ni consentir, que la siembra del odio se imponga. Que el sendero en el que se coloque a la nueva generación, que bastante piedra y cieno se va a encontrar, sea el de la más atrabiliaria, visceral y, en el fondo, impostada confrontación. Este odio insensato y estúpido, que había sido bien dejado atrás y que ahora se pretende revolver, bajado en rencores que se pretenden desenterrar de hace 80 años o hasta más. ¡Como si no tuviéramos bastante con el duro presente y el complicado futuro que nos va a tocar a afrontar!
Por ello este domingo me llena de alegría volver a La Concordia. No hay mejor lugar en el que estar. Ni lo había entonces, cincuenta años atrás, ni lo hay hoy. Este sí que es, en verdad, el mejor y el único camino.