El futuro se llama Adyan

Hilario L. Muñoz
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El ciudadrealeño Adyan es el primer bebé nacido de los refugiados llegados de Afganistán. Su historia es una muestra de cómo el lugar de nacimiento puede marcar una vida. La suya no estará marcada por los ruidos de la guerra gracias a sus padres

El futuro se llama Adyan - Foto: Tomás Fernández de Moya

Hay personas que casi antes del primer llanto ya han escuchado el sonido de una bomba o un disparo. «Que triste es nacer donde el terror es rutina», dice una conocida canción que hubiera servido de banda sonora a la vida de Adyan si sus padres no hubieran tomado la decisión de dejarlo todo y arriesgar sus vidas por la suya y la de su hermano. Sus siestas en la cuna hubieran sido muy diferentes en Afganistán, sus paseos al colegio a por Amir, su hermano, hubieran sido huyendo del terror y, sobre todo, su futuro hubiera sido muy diferente si sus padres se hubieran quedado en Herat, bajo el control talibán. 

Adyan es el primer bebé nacido de los refugiados que llegaron de Afganistán el pasado año. En agosto sus padres Sohaila Omaryar y Sabiallha Yusufi se convirtieron en residentes en Ciudad Real. Sohaila estaba embarazada de cinco meses y el 10 diciembre dio a luz a este bebé en el Hospital General. Su nombre significa 'religiones', todas las creencias, y fue una elección de Amir, su hermano de 7 años. Adyan es un bebé para la esperanza, el primero nacido entre quienes llegaron de la operación Antígona, la misión de rescate de los antiguos colaboradores españoles, y que muestra que más allá del terror talibán hay vida y libertad para los afganos. Una vida que empieza en una casa de acogida de Cruz Roja, con quienes siguen los procesos del programa de refugio.

«Adyan tiene mucha suerte de nacer aquí, si hubiera nacido en Afganistán su destino se habría arruinado», explica Sohaila, con la esperanza de saber que sus hijos tienen un futuro en España que resulta impensable en su país. «Me gustaría que Adyan y Amir progresaran mucho», dice su madre, quien era profesora en su país y que avanza en la comprensión del idioma con el objetivo de volver a la enseñanza. Su padre trabajaba en las placas solares, en elementos electrónicos, y fue colaborador del ejército tres años durante la operación realizada en Afganistán, ayudando con la electricidad. Un contacto de entonces, un traductor afgano que se mudó hace años a España, fue quien le puso sobre aviso, y le pidió que dejara su casa en Herat, una ciudad fronteriza con Irán, y se dirigiera a Kabul. 

El futuro se llama AdyanEl futuro se llama Adyan - Foto: Tomás Fernández de Moya«Recorrimos el trayecto entre ambas ciudades en autobús durante 24 horas». Viajaban el matrimonio y Amir, nadie más porque el resto de la familia ha tenido que quedarse en Afganistán. Como el resto de refugiados recuerda que todos los que están allí corren peligro por su apoyo al Gobierno español y señala el compromiso de traerlos con ellos. En este caso, las hermanas de Sabiallha no podían viajar en autobús al ser solteras, en los controles que había les detendrían porque no pueden viajar sin su marido en territorio talibán. Ahora están escondidas, esperando esa ayuda de España. 

Antes de subir al avión pasaron una semana en el entorno del aeropuerto. Durmieron casi en cualquier espacio, en una ciudad que desconocían. Cuando estaban a punto de darse por vencidos por la cantidad de gente que había les llegó el mensaje y le indicaron la puerta a la que debían acercarse. Tuvieron que esperar durante horas en un río de aguas fecales, pero al final lograron alcanzar la valla, dar sus nombres y subir a un avión. 

Se trata de una historia que narran entre lágrimas, sobre todo cuando piensan en quienes se quedaron allí y están esperando un momento para escapar de los talibanes. «Bajo los talibanes las mujeres no estudian, no trabajan, solo viven en la casa para servir al hombre, esa es su norma», explica el padre de familia. Cuando huyeron dejaron todo atrás, cogieron apenas algo de ropa, porque vivían junto a una comisaría y tenían que salir rápido de la ciudad, antes de que fuera tomada por los talibanes. 

El futuro se llama AdyanEl futuro se llama Adyan - Foto: Tomás Fernández de MoyaEn España tratan de superar los temores, aprendiendo lo más rápido posible el idioma. «Estamos intentando calmarnos y crear un futuro» lejos de un país en el que «siempre están luchando». Como ejemplo, relata que las noticias en su país versan sobre secuestros o explosiones; ahora, en su televisión suena la voz del Bebé jefazo, con el que Amir se ríe, aprende el idioma y olvida las preguntas que hacía en Afganistán cuando quería saber por qué siempre había guerra.  

Adyan vivirá en un país en el que no hará esas preguntas. En el que duerme sin saber lo que es haber tenido que dejar todo atrás.  Mientras, su familia desea que haya «paz» en Afganistán y piensa en un futuro de felicidad en España y en el día en que puedan ver a su familia de nuevo.