José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Saber perdonar

05/10/2021

Habitamos un tiempo entre la desolación más rumbosa y el perdón más imposible para curar heridas. El olvido del corazón o el corazón de los olvidos. El perdón es un asunto de conciencia, para Dostoievski superaba el paradigma judicial de crimen y castigo. 
Icíar Bollaín, con su película Maixabel —sincera, valiente— nos ha estrujado el corazón al contar el perdón de la viuda del socialista Juanmari Jáuregui al etarra Ibon Etxezarreta, uno de los asesinos, en 2000, del exgobernador civil de Guipúzcoa. Como nos emocionó también Fernando Aramburu con su novela Patria, de inesperado e impactante éxito. Obras para el perdón; no para el olvido, todo lo contrario; que nada complacen a ese mundo bildutarra sin arrepentimiento ni perdón, aunque el Gobierno les acerque sus presos, y que tampoco acude a las proyecciones de la película en las prisiones. «Habéis envenenado esto durante décadas», le suelta el personaje de Blanca Portillo al desnortado verdugo en la secuencia del primer encuentro, de 2014, cara a cara entre víctima y ‘victimario’, en la jerga restaurativa al uso. 
Un perdón catártico en lo personal, pero que muchos creen que nunca puede llevar a la equidistancia o asumir como normal los homenajes a los pistoleros de ETA no arrepentidos, como tampoco a mercadear políticamente con perdones amnésicos o a utilizar sectariamente el pasado como argumento arrojadizo.
¿Y qué pensar cuando el perdón llega desde la Iglesia Católica? Y no estamos pensando en la Iglesia vasca y su discutible relación con el nacionalismo y el independentismo vasco (también la catalana). Hablamos del perdón en carta formal que, con motivo del 200 aniversario de la independencia de México, el argentino Papa Francisco ha pedido al pueblo mexicano por los errores católicos en la Conquista, sintonizando así con las tesis del presidente López Obrador, quien ya reclamó al Rey de España que nos perdonaran por los abusos a los indígenas. De nuevo el revisionismo histórico y el mal uso de la Historia como argumento de polarización ideológica asoma la cresta en un tiempo absurdo de reescritura del pasado con ojos actuales, en una iconoclastia contra el Descubrimiento o la gigantesca empresa civilizatoria y cultural hispana en Latinoamérica, tan contraria a lo que fue en la América del Norte, esta sí de absoluta erradicación indígena.
¡Tantos hay que tendrían que pedir perdón! Cuando la justicia y la reparación, la fe y la misericordia cristiana, lo justiciero o el babilónico Código de Hammurabi se agitan en enloquecida coctelera se hace harto difícil elucidar la verdad.