José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Cofradías en la calle

12/04/2022

Silencios o bullas andaluzas, de estreno en la niñez o Cruzados con espada al cinto en el Domingo de Ramos desde los Jesuitas, enaceitados y torrijas, potaje cuaresmal y fragor de cristos en la calle, Niño del Remedio por Lirio con el actor Pedro Mari Sánchez y escabeche siempre a la vuelta cansada de las procesiones. Cada uno tiene su Semana Santa única, irrepetible, como varada en un tiempo cíclico y acrítico siempre, algo desvaída sin embargo en su condición inevitablemente mineralizada por los años.

Por eso hay tantas semanas como vidas personales, creyentes o agnósticas, ateas o vacacionales, precristianas o espirituales, estéticas siempre, luminosas y muchas veces inexplicables. Tantas como geografías.

Y ritos tan diferentes que solo cruzar los límites locales y encontrar otra manera de hacer y de sentir, de mover los palios, de sonar las bandas y estallar las tamboradas o desfilar las centurias de armaos. Es lo que tiene de puesta en escena, de representación visual, de toma de las calles lo que asombra y atrae; en el pasado, el Catolicismo necesitó que los fieles leyeran en los retablos barrocos de las iglesias las historias sagradas del Viejo y Nuevo Testamento, ver su fe cristina plasmada en santos humanizados, cristalizando con el paso de los siglos en la belleza de la imaginería y en la riqueza nada austera de sus vírgenes enjoyadas por lo que representan, de sus bambalinas, canastillas y tallas costeadas por los cofrades. Al cabo, la Semana Santa, aparte del hecho litúrgico, es el último reducto de arte religioso en nuestra contemporaneidad.

Esto lo leerán en martes, que en mi ciudad se pinta de morado y verde, de Medinaceli y Esperanza, de barrio humilde y sencillo. En esas calles de siempre se observa como una exteriorización de miradas distintas en la gente: sus nazarenos reconocibles, sus dolorosas con un gesto de dolor diferente al que tienen dentro de la parroquia, o del guardapasos, y envueltas en incienso y ciriales, sus pasos de misterio recobran vida y monumentalidad… No importa que algunos solo los vean en estos días, porque acaso reconozcan que forman parte de su cultura, de su familia, de su infancia.

Hecho social, argumento antropológico, fiesta de la primavera, acontecimiento en definitiva; en la austera Zamora, me cuentan que tapan incluso las señales de tráfico por donde pasan las procesiones y no habrá una loseta de granito suelta en sus calles, y hasta en la madrugada del Viernes Santo la cofradía de Jesús Nazareno, de once pasos, a eso de las ocho de la mañana reparte almendras garrapiñadas y cofrades y público se toman la sopas de ajo. Tantas, decía, como formas de expresar y de sentir.