Elisabeth Porrero

Elisabeth Porrero


Lágrimas de amistad

28/09/2022

Las lágrimas de dos hombres han dado la vuelta al mundo. He visto la imagen en varias redes sociales y otros medios de comunicación, acompañada de un aluvión de comentarios positivos. Roger Federer y Rafa Nadal, con las manos unidas, lloraban ante la despedida del primero de las canchas. Sabido es que entre ambos no hay una relación sentimental. Simplemente, se  trata de la  hermosísima manifestación pública de la pena que produce a dos amigos saber que sus caminos se separan.
El hecho de que haya causado tanto impacto esta imagen habla de lo poco que estamos acostumbrados a ella. No hubiera llamado tanto la atención si en lugar de dos hombres se hubiera tratado de dos mujeres. Es costumbre que lloren las chicas, que se abracen o se cojan de la mano o del brazo con amigas y no se las juzga por ello. No pasa nada porque lo hagan. Pero una de las letanías más escuchadas de la cultura patriarcal que tanto daño ha causado, también a los varones, es: «Los hombres no lloran».
 Además, el llanto de un hombre se identificaba con  la absurda frase 'cosas de mariquitas'. El hecho de que el tenista español, casado con una mujer, haya dado rienda suelta a su dolor y nostalgia en público puede servir de mucho para jóvenes y adolescentes que se sintieran señalados por mostrar esa sensibilidad, ajena al sexo y a la orientación sexual y propia de todas las personas.
Rafael Nadal ha reconocido que es sensible y que no le importa que se le vea llorando. 
En pleno siglo XXI aún es necesario que alguien tan famoso e influyente como este deportista deje aflorar sus lágrimas para que se consolide la idea de que no pasa nada porque los chicos lo hagan. Ni pasa nada porque cojan la mano de un amigo mientras están viviendo un momento inolvidable. 
La amistad es uno de los dones más preciados de la vida y tanto hombres como mujeres debemos cuidarla y agradecer tenerla en nuestras existencias. Por eso es tan natural que dos chicas se cojan de la mano como que lo hagan dos chicos, sin que ello implique que mantengan un romance. 
Tristemente este mandato que recibían los varones de reprimir gestos sensibles se ha cobrado muchas vidas. Es sabido que una gran parte de los suicidios de los adolescentes y jóvenes de sexo masculino obedece a esta obligación de ser siempre fuerte y no realizar demostraciones que pudieran dar a entender que podían ser homosexuales. 
Además de carne, somos alma, pero esto parece que se ha olvidado en pro de una errónea idea de la virilidad. 
Estamos hechos de sentimientos y tener que reprimirlos implica dejar de ser una parte de nosotros.