Editorial

Robles mantiene intacta su dignidad mientras Sánchez se hunde aún más

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Los aliados de Pedro Sánchez en el Parlamento español, a la vez enemigos confesos de nuestro sistema de convivencia y ávidos de infligir el mayor daño posible a las instituciones de un país que no consideran el suyo, se apuntan otro tanto, y no cualquier tanto, con la destitución de la directora del CNI, Paz Esteban, una funcionaria de inteligencia con 40 años de servicio a su espalda y una hoja profesional intachable. Todo lo que toca el secesionismo, lo emponzoña. Lo grave es que la infección penetre en el Gobierno hasta límites inéditos en la historia de España.

Porque el cese de Esteban, a nadie se le escapa, sirve en bandeja de plata una cabeza de turco, tal y como exigían los secesionistas catalanes desde que se reveló, sin que nadie haya explicado cómo es posible tal cosa, que la inteligencia española intervino teléfonos de personas y personalidades que fueron y constituyeron una amenaza real para la estabilidad nacional. O lo que es igual: porque se filtró espuriamente que el CNI cumplió una de las misiones para la que fue concebido y por la que es reconocido en todo el mundo desarrollado como un servicio fiable y profesional.

Siendo relevante, y mucho, que el presidente del Gobierno no dude en echar por tierra la honorabilidad de Esteban para proteger su posición parlamentaria, la destitución de la jefa del espionaje español no sacia la voracidad de Unidas Podemos, inserto en el consejo de ministros y alineado sin fisuras con el secesionismo, ni de la práctica totalidad de los socios de investidura y legislatura del Partido Socialista al que representa Sánchez. Querían a la ministra de Defensa, Margarita Robles, pero el presidente con eso no se ha atrevido. Entregar a Robles ya no solo supondría una capitulación vergonzante de la Moncloa. Sería la ruptura definitiva de Sánchez con una parte sustancial de su electorado, cada vez más trémulo ante la próxima decisión presidencial.

Robles, por su parte, continúa en la primera línea con la dignidad intacta y el valor de haber dicho con luz y taquígrafos que el peligro para la democracia son los investigados, no quienes los investigan. Su respuesta al sacrificio de Paz Esteban ha sido el nombramiento al frente del Centro Nacional de Inteligencia a otra funcionaria del organismo que fue su jefa de gabinete, Esperanza Casteleiro, y que se las ha visto de todos los colores. Robles redobla la apuesta, en definitiva, y lo hace, de nuevo, bidireccionalmente, pues envía un mensaje a la bancada ajena y otro a la propia. Todo, también la preservación del poder, tiene límites. Eso es algo que los ciudadanos tienen cada vez más claro, sobre todo cuando quien se aferra al mando lo ejerce violando todo lo que prometió no violar para alcanzarlo.