Salir de la mediocridad

Ramiro González
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Sorrentino regresa a la pequeña pantalla con 'Fue la mano de Dios', un drama ambientado en el Nápoles de los 80 donde todo era posible

Regresa Paolo Sorrentino. Esta vez a la pequeña pantalla, en una producción de Netflix. El gigante del streaming sigue fiel a su apuesta por creadores de calidad para enriquecer su catálogo, y además lo hace con una de las obras más personales que podremos ver este año. 

Trabajos más personales y más bellos. Esas son las dos características que marcan el cine de este magnífico director italiano. Su nueva obra se titula Fue la mano de Dios, en la que de nuevo encontramos en un papel principal al camaleónico Toni Servillo, pero sin ser esta vez el protagonista del relaro. Sorrentino realiza aquí un viaje al pasado, a su propia vida, pero en forma de metáfora de su existencia.

La cámara del director nos lleva al Nápoles de los años 80, a un verano de mucho calor, donde todo es posible, incluso que Maradona, el astro argentino del fútbol, venga al equipo local a jugar. Y también es posible llegar a ser un gran director de cine. Esto es lo que piensa Fabietto Schisa (Filipo Scoti), quien mira al futuro con cierto optimismo, aunque también está muy pendiente de su tía Patrizia, una mujer bellísima de la que está profundamente enamorado. Y de fondo, la presencia constante en su ir y venir de un pequeño aparato de radio para escuchar no solo los partidos de fútbol. Porque el joven se encuentra a la espera de que comuniquen una importante noticia: que Diego Maradona fiche por el Nápoles. Fabietto siente que toda su vida depende de este acontecimiento. Y entonces, efectivamente, todos sus ruegos son atendidos, porque el crack del fútbol mundial llega a Nápoles. Fabietto no puede ser más feliz. Y entonces su vida se trunca. Porque mientras él ve a su ídolo jugando, en el terreno familiar sufre una pérdida.

«Sin duda fue la mano de Dios», le dice uno de sus tíos, embriagado por la emoción. Pero Fabietto no quiere saber nada de eso, no le interesa discutir de lo divino y lo humano. Él quiere que su vida vuelva a ser como antes, quiere que la desgracia que ocurrió no hubiese tenido lugar. Y es en ese proceso cuando conoce a un director de cine de cierto renombre. Es en este punto donde Sorrentino introduce de forma magistral una de las claves de la cinta: el cine como ayuda para evadirnos de la mediocridad.

El cineasta une perfectamente esta película con su obra maestra La gran belleza, en la que el concepto de arte significa precisamente bucear en todo ese bla bla bla mundano, recordando las palabras de su protagonista, Jep Gambardella: «Porque en realidad, todo es un truco».

Lo sublime

Fue la mano de Dios es un precioso homenaje al cine y a la búsqueda constante de esa belleza en un mundo hastiado de mediocridad. Pero también supone la búsqueda personal del propio director sobre lo Divino. ¿La llegada de Maradona fue un acto de Dios para salvar a Fabietto de una muerte temprana? 

Como siempre, Sorrentino no hace películas para el mero entretenimiento. Quiere que el espectador se una a su viaje, que se deje llevar por su propuesta y que se quede tranquilo, porque no todo el cine es un continuo ejercicio de banalidad plagado de efectos digitales, porque todavía hay quien se atreve a ir más allá. Porque el cine es una especie de recordatorio de nuestra trascendencia. 

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