Alfonso José Ramírez

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


La novedad en Egipto

15/12/2022

El pasado 4 de Noviembre se inauguró en Madrid una exposición titulada Tutankamon, la Exposición Inmersiva, con motivo del centenario del hallazgo de uno de los mayores descubrimientos de todos los tiempos, la tumba de Tutankamon, a la vez que se cumplen doscientos años del descubrimiento de la piedra de Rosetta.
Llama la atención al espectador lo que es lo específico de la exposición y la característica fundamental: la tecnología al servicio de la experiencia inmersiva; es una especie de viaje tecnológico en el tiempo para sumergirse en las creaciones culturales de los egipcios, entorno a la pirámide como monumento funerario más destacado e igualmente la figura de Tutankamon. Puede resultar llamativo que el acento de la exposición sea la virtualidad tecnológica para producir una sensación de inmersión, como si físicamente se pudiera estar allí. Sin embargo, es pertinente advertir que lo que se está visitando es una creación cultural entorno a la muerte y figura de un faraón, sobre lo que yo pondría el acento en la reflexión, ya que hoy día podemos advertir que culturalmente somos muy tecnológicos, aunque no tanto así reflexivos.
Si viajamos a Egipto, bien física o virtualmente, podemos constatar que el monumento funerario es el monumento por excelencia. El Valle de los Reyes es un valle de tumbas. Se puede entender que la civilización egipcia hace del alojamiento funerario un lugar central, monumental y trascendental. Y ¿por qué invertir los mayores recursos de la civilización en elevar o cavar construcciones destinadas a las personas difuntas? 
En nuestra civilización occidental moderna los monumentos funerarios vienen a ser excepcionales y los que destacan por su calidad arquitectónica u ostentación vienen a sobredimensionar la importancia social o económica del ocupante. Algo similar a la civilización egipcia, donde los faraones eran los que podían aspirar y ostentar a este tipo de construcciones. Por un lado, la grandeza de las construcciones da cuenta de la importancia de las creencias que albergaban los egipcios entorno a la muerte.
En nuestra cultura grecolatina cristianizada, el cementerio en su origen etimológico es un concepto que significa dormitorio, lugar en el que reposar o dormir y, bajo el prisma del cristianismo, lugar de los que duermen esperando vida definitiva por la resurrección. Podemos identificar estos lugares funerarios como lugares de y para las creencias.
Si una de las civilizaciones más imponentes que han existido y pervivido más allá de los 3.000 años en la historia de la humanidad han hecho del monumento funerario su construcción de referencia, mirándola con perspectiva, a día de hoy, nosotros, que somos sujetos creadores de las culturas más avanzadas en el conjunto de la historia o al menos esa conciencia tenemos: ¿cómo es posible que la cultura que se va generando entorno a la muerte es la del disfraz -Halloween-? o ¿cómo es posible que el índice de suicidios sea creciente y vaya paulatinamente en aumento, sobre todo entre los jóvenes? ¿cómo es que la muerte se convierte en algo fatídico, signo de la finalización definitiva y para muchos es causa de desesperación?
Es curioso que una civilización del pasado y muy antigua, aunque no es la única la egipcia, orientara sus mayores esfuerzos no solo a vivir y sobrevivir en esta vida, si no a construir la vida del más allá. Los egipcios creían en la vida eterna, en la inmortalidad del alma y para ello se preparaban; ocupaban gran parte de su vida en prepararse para la muerte. Vivían con la esperanza de vivir más allá de esta vida; esperaban su viaje al más allá, como un viaje centrado en la justicia del juicio de los dioses. Su creencia de inmortalidad contribuía a conducir y reconducir su conducta en vida; las creencias eran fuente de moralidad. La muerte era un suceso serio, quizá el acontecimiento más importante que podía vivir una persona en su vida, y muy llamativo que fuera un acontecimiento central en el corazón de la cultura egipcia. Vivían para morir con sentido, y desde este horizonte organizaban sus vidas en gran medida.
Quizá nuestra cultura, muy preocupada en el hoy, en qué comprar, en qué publicar, en cuánto ganar… adolezca de referentes culturales y vitales sobre el mañana. Cuando el materialismo se adueña del espectro cultural, la economía, la tecnología asfixian nuestra necesidad de sentido, por eso, viajar a Egipto no es tanto un viaje al pasado, si no quizá revalorizar el sentido de la muerte.
Nos han contado muchos datos sobre Egipto, nos han realzado la grandiosidad y enigma de sus construcciones, pero qué poco nos han hablado de sus entrañas y raíces creyentes.

ARCHIVADO EN: Egipto, Podemos, Madrid