Los 2 últimos etarras de Herrera, a punto de dejar el penal

Pilar Muñoz
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La prisión manchega llegó a recluir a unos 300 presos de la banda terrorista, que han llegado a 'convivir' con reclusos muy peligrosos: asesinos en serie, violadores, pederastas

Los 2 últimos etarras de Herrera, a punto de dejar el penal

Sergio Polo Escobés y Jon San Pedro Blanco son los dos últimos etarras que permanecen en Herrera de La Mancha, pero están a punto de dejar el penal manchego, aseguran a La Tribuna. Con ellos se cierra una historia que empezó a escribirse en 1979 cuando entró en funcionamiento la prisión con marchamo de máxima seguridad. Se construyó en medio de la nada, en un lugar yermo de la llanura manchega, entre Manzanares y Argamasilla de Alba. Herrera de La Mancha se levantó para presos de la banda terrorista ETA y «muy peligrosos».

El penal, de cimientos de hormigón y acero, tiene una estructura radial en panóptico que permite controlar todas las celdas situadas alrededor de la torre central. Se diseñó con doble barrera, celdas de gruesos barrotes y dos puertas, una de ellas de rejas de hierro denominada ‘cangrejo’ que se abría con una  llave distinta para evitar que el preso pudiera secuestrar al funcionario.  Los secuestros y motines eran frecuentes entonces, y también las fugas. De ahí que la infraestructura se proyectara  para que no se pudieran hacer túneles para fugarse.

Herrera llegó a tener unos 300 presos de ETA, que muy a su pesar llegaron a  ‘convivir’ con reclusos comunes muy peligrosos, con ‘talegueros’ como Fernando Vázquez Ayude, ‘el Hannibal gallego’, y Enrique del Valle González, ‘el pelirrojo’ que acabó con la vida de José Antonio Rodríguez Vega,  ‘el mataviejas’ (el asesino de ancianas más conocido de España) que fue asesinado en el patio de la prisión de Topas (Salamanca).

De la cárcel de Daroca (Zaragoza) «nos trajeron unos setenta presos jóvenes inadaptados», reincidentes y encarcelados por delitos gravísimos, muchos de sangre, recuerda a La Tribuna un funcionario de Herrera de La Mancha que vivió la época más dura y mala de esta prisión que que tuvo que abrir un departamento para estos peligrosos presos.

Los etarras ejercían «puro terrorismo psicológico» con los funcionarios que «éramos objetivo de la banda», remarca a este periódico el trabajador de prisiones destinado en el penal de Herrera desde entonces tras recordar el secuestro de José Antonio Ortega Lara y el asesinato de otros compañeros y familiares, como la madre de un funcionario que murió al estallarle un paquete bomba que la banda terrorista mandó a su hijo.

«Teníamos que mirar los bajos de los coches, tener cuidado con los paquetes» y en la prisión andar con mil ojos. «No teníamos un minuto de  tranquilidad. Estábamos en tensión permanente, incluso cuando íbamos en el autobús de regreso a casa. Por las noches no dormías, sólo pensabas en que el día iba a ser jodido». Recuerda ver a un compañero con la cara blanca y temblando, diciendo que no volvía. «Fueron unos años horrorosos», que acababan con la visita de las gestoras pro-amnistía (familiares y simpatizantes de los etarras) cada 28 de diciembre.

Sin perdón. El régimen de vida de los etarras ha sido de primer grado, el más estricto. «Siempre han renunciado a los beneficios penitenciarios» que pasan por el reconocimiento expreso del crimen, arrepentimiento y perdón. «Ellos (los etarras) no se han querido redimir», no se han arrepentido y no hay beneficio penitenciario», subraya el trabajador de prisiones.

Los presos de ETA no se han relacionado con el resto de reclusos, les han mirado por encima del hombro, pero muy a su pesar han estado bajo el mismo techo y han vivido motines y dos secuestros en Herrera, uno de ellos en día de San José de 1991. Entonces el ambiente era «muy hostil» y «había que extremar las medidas para evitar que te secuestraran. Había presos muy peligrosos, sometidos a un régimen de vida severo, se les cacheaba a diario porque hacían pinchos con las varillas de las cisternas, radiadores ...»

El ‘Boba’ y ‘el hannibal gallego’. A pesar de todas las medidas que adoptaban los funcionarios, hubo más de un ataque. «Se subían al tejado y se liaban a tirarnos tejas», remarca un trabajador de prisiones, quien también recuerda a ‘el Boba’ y a ‘Hannibal gallego’.

 Cristóbal Moral Fernández, ‘el Boba’ mató en el patio de Herrera al marroquí Gilali Boubalati encarcelado por violación. Moral Fernández también participó en un motín, en Herrera. Vázquez Ayude, considerado uno de los presos más peligrosos de España, encabezó un motín en el penal manchego con el secuestro de un funcionario.

La política de dispersión de presos etarras empezó a finales de los ochenta. Por la prisión de Herrera han pasado todos los etarras. Solo queda dos: Polo Escobés condenado a 170 años por varios asesinatos como el del comandante Cortizo con una bomba-lapa que dejó malherida a su hija, y San Pedro Blanco. Su traslado de Herrera a cárceles próximas del País Vasco es «inminente».

 

Los etarras más sanguinarios. La vida diaria en la prisión de Herrera ha sido y sigue siendo complicada. Los funcionarios, curtidos en los años más duros del penal, han evitado situaciones que podían haber tenido graves consecuencias. Por Herrera han pasado los etarras más sanguinarios como Juan Carlos Arruti Azpitarte, alias ‘Paterra’, Miguel Turrientes, Rodríguez Cordero, Francisco Javier Lujambio, Erostegi Bidaguren, Lujanbio Galdeano, alias 'Pakito’ y Juan María Sampedro Blanco, entre otros.