Ilia Galán

LA OTRA MIRADA

Ilia Galán

Poeta y filósofo


Concentración

01/10/2020

Apenas sale de casa desde que comenzó la plaga. El miedo le ha recluido, como a muchos, en arrestos domiciliarios, no solo por voluntad de los gobiernos, sino por el temor al contagio con el pequeño monstruo que tantos males nos ha provocado. Se ha hartado de ver televisión, de leer, de hurgar con el ordenador y hasta ha comenzado la meditación, la plegaria, pero las horas del día, sembradas en los horizontes del hastío, se han multiplicado. Esperan meses enmascarados que siguen provocando el caos en nuestros mundos pretendidamente bien organizados.
Lo de fuera es de nuevo amenaza, misterio peligroso, y no solo el virus. Se concentran los inmigrantes en los campos de refugiados al otro lado del Mediterráneo y los niños lloran, expulsados de un mundo al que han sido traídos sin su consentimiento. La existencia parece un bien evidente, aunque a veces parezca funesto. Llegan aquí barcazas llenas de inmigrantes ilegales desde el África y, en vez de remorcarlas a sus lugares de origen, las traen a nuestros países; algunos infectados con el virus, otros con una peor infección, la del fanatismo que odia los países de acogida, como el muchacho paquistaní que acaba de atentar en París acuchillando gentes por pensar que eran los autores de unas caricaturas sobre Mahoma. Hay para quienes lo sagrado no admite ni bromas. Pero Occidente se ha edificado sobre la libertad a costa de mucha sangre, la misma que algunas leyes y la presión de la violencia, la cobardía ante el avance del radicalismo islámico, nos están quitando. No hay filtros ni para otorgar la nacionalidad ni para dar hospitalidad a quienes tal vez sean nuestros peores enemigos. Paradojas de una sociedad enloquecida y enloquecedora, la nuestra. Basta contemplar la coherencia de nuestras leyes.
Y, mientras tantos huyen perseguidos o del hambre, nuestros supermercados van poblándose de comidas y productos para mascotas. Nos concentramos en el propio ombligo, ya que cuesta mirar fuera el panorama: amenazante.
Cada vez son más los productos que llevan una bandera del país de origen para animar a los patriotas a consumir lo propio y no enviar nuestro dinero a otros países, también para evitar el transporte y sus gastos energéticos, antiecológicos, al que nos ha acostumbrado la religión de la globalización económica. Manzanas producidas en Reino Unido, productos italianos, dicen allá o acullá... España en esto lleva gran retraso en esta moda que anima a un sensato autoabastecimiento. Mirar hacia adentro.
Vuelve el virus a enseñorearse de nuestras ciudades y nos recluimos de nuevo.
El anciano venerable dejó la costumbre de jugar en el bar con los compañeros, se agarró a la soledad. Alguna llamada familiar consumió algunos minutos del día mientras las horas entre las paredes de su casa crecían como siglos. Al no poder soportar más el suelo, miró al cielo.