La cátedra de folclore que abrió Mazantini en Ciudad Real

Rafael Cantero
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Francisco García-Consuegra y Márquez de Castilla, conocido como Mazantini, nació en Daimiel, el 28 de noviembre de 1874. Su parecido con el torero Mazzantini le valió el apodo. Fue una de las figuras más destacadas del folclore manchego

Cátedra de folclore que abrió Mazantini en Ciudad Real

Francisco García-Consuegra y Márquez de Castilla, conocido con el apodo de Mazantini, nació en Daimiel, el 28 de noviembre de 1874. Se dice que el apodo le vino por su parecido con el afamado torero de la época Luis Mazzantini. Según el escritor y poeta Francisco Mena, nieto de Mazantini, su relación con el torero, a quien llegó a conocer, no se debía solo a los lazos de admiración, sino también a su apostura y forma de ser. Desde pequeño, Mazantini ya hizo patente sus grandes dotes artísticas y extraordinaria sensibilidad, recreando con estilo y buen hacer los bailes populares que se ejecutaban en su entorno e interpretando las canciones que se acostumbraban a cantar en las fiestas y patios de vecinos. Pasados los años, Francisco García-Consuegra se convertiría en un exponente extraordinario del folclore manchego, llegando a interpretar los cantos y bailes tradicionales de una forma excepcional, imprimiéndole su particular forma y estilo de cantar y bailar.

Pasados los años, Mazantini y su familia se trasladaron a vivir a Ciudad Real y en torno a 1890, una vez que contrajo matrimonio con Josefa González, fijó su residencia en una típica casa de dos alturas, en el número 10 de la calle Caballo, actual calle Progreso.

La calle Progreso se extiende desde Corazón de María hasta su confluencia con Cañas. Desde la época judaica hasta 1919, esta pequeña calle fue conocida con el nombre de Caballo. El Ayuntamiento de la ciudad tomó el acuerdo de permutar el nombre de Caballo por el de Progreso.

Cátedra de folclore que abrió Mazantini en Ciudad RealCátedra de folclore que abrió Mazantini en Ciudad Real - Foto: Rueda VillaverdeEn una dependencia de su casa de la calle Caballo, Mazantini y su esposa abrieron una pequeña tienda, una abacería, donde se vendía desde una caja de cerillas hasta comestibles, aceite o dulces.

La casa de Mazantini contaba, además de las dependencias propias de la vivienda y la tienda, con dos grandes patios, un pozo y, junto a este, una cueva. En uno de los patios, cada tarde, alrededor de una fuente de estilo andaluz con mosaicos de Talavera que estaba rodeada de macetas con geranios, rosales y claveles, enseñaba a bailar a una veintena o más de chicas que acudían a esta peculiar academia deseosas de aprender los bailes más tradicionales manchegos. Día tras día, el patio de la casa número 10 de la calle Progreso se convertía en un bullicioso y alegre atardecer, era una fiesta regional, una cátedra de la cultura popular de tradición oral. Mazantini repetía y enseñaba hasta la saciedad ritmos llenos de misteriosa riqueza, de simbolismo y de tradición.

Gracias a las aportaciones de Francisco Mena se sabe que los bailarines no pasaban por la puerta principal para acceder al patio, sino que lo hacían a través de la tienda, bajo el control de Josefa, su mujer, que con gran celo se preocupaba de que nadie pasase a las clases de baile sin pagar un real diario, que era el costo de cada lección de baile.

Francisco García-Consuegra y Márquez de Castilla, Mazantini, falleció el 21 de junio de 1951 y desde esta fecha, el patio con su fuente enmudeció y la cátedra de cultura tradicional más importante de la ciudad y alrededores cerró sus puertas, dejando un valiosísimo legado sobre el que se sustenta y tiene continuidad sus enseñanzas y recopilaciones a través de los componentes del Grupo de Coros y Danzas Mazantini.

La vivienda de estilo tradicional y típica del barrio de la judería, donde Mazantini enseñaba su saber cada atardecer, es una de las pocas edificaciones antiguas que aún se conservan en esta calle.