"La poesía de Benzema es única"

R.Ch.
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Periodista y escritor, Juliá (Puertollano, 1954) presenta 'El corazón de la muerte' una antología poética que recorre sus siete poemarios publicados hasta la fecha y con la que pone fin a una etapa para volcar su trabajo en obras «más nar

"La poesía de Benzema es única" - Foto: Rueda Villaverde

¿Por qué El corazón de la muerte y por qué ahora? 

Porque pienso que he llegado al fin de una etapa literaria, en este caso poética.  Después de siete libros en los que he desgranado un concepto poético llevado al máximo, no tengo más que decir. 

Y el corazón de la muerte, como establece el profesor Jesús Barrajón en el prólogo de la antología, la mía es una escritura del corazón, que pongo mucho énfasis en la emoción y por eso la palabra del corazón. Y si el primer gran concepto de mi vehículo expresivo es el corazón, el segundo es la muerte, como realidad humana. A diferencia del resto de animales, los seres humanos indagamos, queremos trascender y queremos darle una entidad más allá de la mera desaparición física.

La historia de la cultura, más allá de la magia o el esoterismo, que están muy lejos de mí, ha generado siempre una percepción metafísica o espiritual, incluso religiosa, sobre esa realidad humana. Había un escritor que le preguntaron sobre la muerte y respondió: "¿Y es que hay algo más?". Es el final al que todos vamos

En toda mi obra he pretendido indagar en la realidad de la vida, cómo es una contraposición a la muerte y desvelar esos profundos sentimientos humanos que deben estar en el ADN más primigenio del ser humano, en el sentido de que a través de la memoria, la fe y otros sentimientos, entender que hay un puente entre la vida y la muerte, y que es el amor, y que este puente puede justificar, desde esa perspectiva espiritual o poética, un sentido al no ser.

Ahí está toda mi poesía. Como desvela el profesor Barrajón, mi concepción poética no fue sentarme a escribir qué sale, la literatura es algo más serio. Desde el primer momento, leyendo un poema de Wallace Steven, Del mero ser, el último que escribió, habla de que al final de la mente, cuando desaparece la realidad física, hay una palmera, un pájaro dorado que canta una canción extranjera. Hay un idioma distinto al que conocemos. Yo he pretendido continuar ese último poema de Wallace Steven

La poesía tiene unos guías que van señalando los caminos. A mí fue Wallace Steven y a partir de ahí he ido desarrollando toda mi poesía, como si no existiera ese momento y una mezcla de la realidad de la memoria y la irrealidad de los sueños.

 

¿Cómo le nace la poesía a Manuel Juliá?

En mi casa, en la de un guarda en la antigua Calvo Sotelo, había solo tres libros, que imagino llegaron cuando un vendedor muy avispado se los coló a mi padre. No era un hombre de lectura ni intelectual, mi madre sí.  Teníamos la Biblia, Las Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer y otro libro de un autor que ya he olvidado. Entonces empecé a leer la Biblia, me encantó, a Bécquer, y también y creo que los leería unas veinte veces. Me gustaba estar solo y dialogar con los libros.

Lo que más llegó dentro fueron las rimas de Bécquer y él fue mi primer gran poeta. De él me ha quedado, en mi línea poética, un romanticismo que siempre está latente en todos los poemas. Luego, ya con 16-17 años empecé a escribir por mimetismo de una persona que es muy lectora y cuando estuve en Madrid empecé a escribir, lo hice en una revista que se llamaba Poesía Hispánica, la más importante que había, y posteriormente, a los 22-23 años surgió en mi vida una terrible decepción poética relacionada con un premio, que gané y me dijeron que me esperara luego al año siguiente, el Adonáis, y de rabia con el mundo poético dejé de escribir hasta los treinta y tantos años. Pero alguien me dijo que si lo llevo dentro, volverás, y volví.

 

Hablemos de la evolución del Juliá de De umbría al Juliá de Madre… 

Es una evolución poética que comienza con muchos hilos comunes. Hay unos hilos que comunican el primero con el último. Todo comienza con un formalismo, como casi todos los comienzos. Y en el desarrollo, uno de los primeros elementos que surgen es saltarse ese formalismo, entendiendo que lo que quieres es expresar la emoción pura y que ese formalismo lo que hace es dificultarlo. 

Dice Georges Perec, un novelista que me encanta, que la lectura es un 50% del autor y un 50% del lector. Y como lo importante es el lector, intento llegar a fórmulas que lleguen a la percepción del lector. Y eso es el último libro, Madre, donde hay una mezcla de géneros, con monólogo, narración, pasajes teatrales… hay una intención de dar más importancia al corazón del lector acogiendo tus palabras a si lo has hecho más o menos académico. Madre es el final. Entre tanto, hay una evolución en el que el amor, la muerte, la memoria y el dolor se van desgranando en poemas que van buscando más sencillez expresiva y más comunión con el lector.

40 latidos es una explosión con un elemento nuevo que se integra: la naturaleza como libro escrito por el Creador en el que se pueden leer muchos de los sentimientos que expresa el Creador en la naturaleza. Esa percepción panteísta genera otro camino poético que se desarrolló en los tres grandes libros que han permitido que sea una persona más o menos conocida en la poesía: El sueño de la muerte, El sueño del amor y El sueño de la vida. 

 

¿Qué ha supuesto esa trilogía?

Es mi núcleo poético, escritos como la continuación del poema de Wallace Steven. Se escribe como desde la muerte, como un poema de José Hierro, como si el no ausente se convierte en el sujeto poético. Eso puede generar una realidad para el que lee en la que es como si hubiera un espiritualismo rodeándolo todo y no existiera esos elementos materiales que de alguna manera nos coartan para poder tener una percepción de la vida y de la realidad muchísimo más profunda. Ahí está la memoria y surge algo fundamental: mis padres. Busqué una percepción del amor y llegué a la conclusión, dentro de mi poesía, que no hay mayor percepción del amor que el de los padres y en el Sueño de la vida desarrollé profundamente el amor de mi madre. Incluso la última parte está escrita radicalmente pensando en la ausencia del ser amado. Quizá los mejores poemas son esa tercera parte del Sueño de la vida, poemas que me salieron de golpe y que reflejan la ausencia del ser más amado, que generan una memoria y una realidad

Y para cerrar estos siete libros, como pienso que la mejor manera de luchar contra la muerte es con el amor, he querido luchar contra la muerte, que también es la de lo que quieres, de una decepción, de algo que te defrauda, la muerte de lo que mejor nos hace… Para luchar contra esa muerte, el amor, y qué mejor, aunque también hay algún poema para mi padre, como última espada clavada en el corazón de la muerte, dedico un poema que llamo Madre, aunque no es solo a mi madre, es un poco al amor, al concepto más maravilloso de amor que existe. 

 

Usted ha dicho que escribe para buscar la belleza. ¿La ha llegado a encontrar?

No. La belleza es fugaz. Por eso uno la sigue buscando. En el propio hecho de la búsqueda puede haber también una belleza. El hecho de sentarse a escribir buscando la belleza es ya en sí bello. En eso soy muy keatnesiano, de John Keats, en el sentido de qué sentido puede tener la vida, si la queremos vivir con profundidad, si no buscamos la belleza, una mirada, un abrazo, un instante, una sonrisa… multitud de cosas que dentro de nuestra dualidad dolor-alegría nos alimentan la felicidad de vivir. Y ahí tengo muchos poemas en ese sentido. Beso robado es uno. Un niño habla del momento en el que está en el paseo, en Puertollano, escuchando la banda de música sentado en los jardines. El niño lo expresa diciendo que es el momento más feliz de su vida y que no va a haber nunca otro tan feliz. He pretendido buscar la poesía para resaltar esos momentos bellos que hacen que la vida merezca la pena. No está ausente el dolor, pero es algo a superar con el sentimiento de la belleza, de la trascendencia y del amor. 

Esa es la poesía en la que creo, no en la que el poeta se convierte en un ser iluminado que sabe más que nadie y al que todos deben rodear porque tiene una áurea de no sé qué. Para mí, el poeta debe ser entregado a los demás, para descubrirles cosas desconocidas de la vida, pero que si se piensan bien, están ahí y tienen que ser tenidas en cuenta cómo esa memoria de los momentos bellos de nuestra infancia o de esos momentos bellos que hay que alimentar y cuidar como un jardín.

 

Joan Margarit dice que la poesía es consuelo. ¿De qué le consuela a usted?

Es algo que yo también digo. La poesía es un consuelo que te ayuda a trascender los momentos en los que has sentido dolor. A mí, escribir el libro Madre me ayudó a superar el terrible dolor de cuando murió mi madre. No lo superaba, sentía un dolor diario porque no estaba. Y ese consuelo lo encontré escribiendo. E igual que como el profesor Barrajón me ha descubierto muchos temas que están y que no sabía que estaban, pero que salieron en los poemas, escribir el libro hizo que me concentrara en ella y que surgieran momentos maravillosos de una madre y un hijo y que al trasladarlos a la poesía, al sacarlos de mí e intentar que tuvieran valor para los demás y que sintieran lo que sentía, eso me consoló ante ese momento trágico de la vida y también encontré el consuelo de la belleza de tantísimos y bellísimos momentos que ha habido.

 

Hablaba usted, en el prólogo de De umbría, de su 'voracidad' por escribir. Tantos años después, ¿mantiene viva esa cualidad? ¿Ha escrito mucho en estos años tan extraños que nos han tocado?

Sí. Y no solo poesía. Que nadie diga que no luchaste contra molinos de viento, por ejemplo, que son nueve historias largas. He escrito muchísimos artículos y he tocado una novela que espero acabar en ocho o nueve meses, porque considero la poesía una etapa cerrada, mejor dicho, los versos. La poesía seguirá escribiéndose. Poesía hay en Jurassic Park. El momento de llegar a una isla primitiva, llena de bosque, de verde, surcando el cielo... eso es poesía que hizo Spielberg. La poesía no está solo en el verso o en el poema, puede estar en muchos sitios. El verso es una manera de hacer poesía, pero ahí no está toda la poesía. Yo dejo de hacer versos, pero continuaré con la poesía.

Mi etapa ahora quiero que sea más narrativa, más de contar historias, que ya lo hago en Que nadie diga, ya lo hice en 40 latidos o en La gloria al rojo vivo, que escribí cuando España ganó el Mundial, una novelita que fue la primera que estuvo y que terminó siendo un best seller.

 

¿Qué le ofrece a Juliá la poesía frente a sus colaboraciones en los medios de comunicación?

Si, por ejemplo, lees los artículos que escribo en Marca, no son artículos de deportes, son pequeños poemas en los que el deporte es la percha. Yo no soy un periodista deportivo ni especializado en nada. Para mí, en los artículos de opinión o en un gran reportaje debe existir la literatura. En tanto en cuanto el periodista traslada algo a los demás, ejerce o hace un acto literario. Siempre he sentido el periodismo como ejercer la literatura. Y creo que no hay que ser estrecho en el cauce. Si alguien tiene algo que decir, no tiene que pensar que el cauce determina al 100% lo que tiene que decir. Muchos de mis artículos son poemas en prosa. A veces soy descriptivo o entro en temas políticos, que me gusta poco hacerlo, pero lo que pretendo es hacer artículos literarios, que predomine la literatura más que el tema, incluso. La literatura es una manera de ver la vida un poco más rica de lo que nuestra simple percepción nos dice. 

 

¿Está de moda la poesía?

No. Está de moda escribir ripios en internet. Hay muchísimos poetas y muy pocos buenos poetas. Esto pasa hoy, en el siglo XVI o en el siglo XIX. Y ahora hablo como lector. La poesía buena es muy escasa porque es muy difícil, hay que trabajarla mucho o mezclar el impulso de la creatividad con el trabajo. Lorca decía que si era poeta no era solo por la gracia de Dios, era por la técnica, el sacrificio y el esfuerzo. Mucha gente concibe la poesía como una postura, la de ser poeta o escribir sobre cualquier tema, cuando realmente la preocupación por hacer un gran poema hace que el hecho de ser poeta no tenga que ser tan expansivo como es. El hecho de ser poeta y valorar la poesía significa el dolor que tiene uno porque no es capaz de escribir ese poema que ha leído a John Donne o a Luis García Montero o a Margarit. Ese dolor hace que ser poeta sea muy difícil. Escribir versos es muy fácil, escribir versos buenos y ser buen poeta es muy difícil.

 

¿Con qué se queda? ¿Con un gol de Benzema o con un poema de Bécquer? 

Te voy a decir, y lo siento por mi gran amado Bécquer, pero hoy, unos días después de ganar la Copa de Europa, con un gol de Benzema. Creo que la poesía de Benzema en su manera de ejercer el fútbol es única. Hoy te digo que un gol de Benzema, la semana que viene te diré que con un poema de Bécquer.