Un San Juan de Ávila de fraternidad

Hilario L. Muñoz
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El Seminario vuelve a acoger la convivencia de sacerdotes y la celebración de las bodas de plata, oro y diamante para cinco integrantes del clero

Un San Juan de Ávila de fraternidad

El seminario volvió a acoger ayer la festividad de San Juan de Ávila, patrono de los sacerdotes, tras dos años de pandemia en los que no se pudo celebrar al completo. Con una Eucaristía y una comida de hermandad a la que estaban invitados todos los sacerdotes de la Diócesis se desarrollaron estas actividades, en las que se festejaron las bodas de plata, oro y diamante de cinco integrantes del clero provincial. 

Teófilo Herrera y Jesús Abad, éste ausente en los actos, celebraron ayer 60 años desde que fueron nombrados sacerdotes. Más de medio siglo, que Herrera ve como «un tiempo de agradecimiento al Señor» y que a sus 84 años aún continúa. «No somos relicarios, sino comunicadores de Dios», señaló, haciendo suyas las palabras del patrón, quien ve en su pasado «épocas distintas», tanto en la sociedad como en la vida pastoral. «Antes teníamos el reto de ser mensajeros del Señor en una época más cercana a la Iglesia», pero ahora, en un mundo que va reduciendo la fe, existe el reto de acercarse a quienes, en ocasiones, acuden «por apariencia o convivencia».

10 años menos de sacerdocio cumplieron Emilio Aguirre y Jaime Aceña. Con medio siglo a sus espaldas, la jornada de ayer fue de «felicidad», sobre todo por «la fraternidad sacerdotal» una clave, explicó Aceña, para el sacerdocio. «Ayuda el no vivir esto solo, hacerlo en comunidad» y en esa unión ver cómo han ido evolucionando el tiempo desde aquel 1972 en que «tocaban las campanas del cambio social» y en el que se ha ido evolucionando desde un sacerdocio «para salvar almas» a servir «a las personas». 

Un San Juan de Ávila de fraternidadUn San Juan de Ávila de fraternidadMientras, Aguirre ve su medio siglo en el sacerdocio como una vida en que ha podido ser «portavoz de Jesucristo» y ha ayudado «a muchos cientos de personas». «Yo ya tengo 81 años y lo que me queda es seguir con la tarea, a menos gas, viviendo en una residencia de mayores, acompañando a la gente», indicó el sacerdote, quien cree que desde que comenzó, hasta ahora, «lo que ha cambiado es la sociedad» porque «en cada época histórica, hay unos retos y unas respuestas distintas». En el momento actual toca combatir «la soberbia humana, que se cree que es Dios», y de ahí considera que surgen efectos como «la pandemia, la degradación de la naturaleza». «No somos coherentes con nuestro ser, no sabemos dónde estamos y así nos va». 

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Junto a ellos, Eustaquio Camacho, festejó sus casi 25 años de sacerdocio, que cumplirá en septiembre. «Me va haciendo cura el hecho de compartir con otros sacerdotes», dijo, como una manera de resaltar estos actos que desde 2019 no se celebraban al completo. «Soy sacerdote no aisladamente», señaló. Como sacerdote del siglo XXI recordó que «hay un elemento identitario que no cambia», lo que sí que va transformándose es la sociedad, con el reto hoy de «llegar a una gente que no conoce el Evangelio».