La odisea de cruzar Europa

C.Gardía (EFE)
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Son muchas las personas a las que el cierre de fronteras para tratar de frenar la pandemia de coronavirus les pilló lejos de sus lugares de residencia y sus puestos de trabajo

La odisea de cruzar Europa - Foto: Verónica Lacasa

Vítor Oliveira es un ciudadano portugués que trabaja en Alemania. Pasaba unos días de descanso en su país natal y el miedo al coronavirus le ha hecho tomar la decisión de tratar de volver a casa. Ahora, en su intento desesperado por lograrlo, se enfrenta a la odisea de cruzar en su propio coche las fronteras de media Europa.

Oriundo de la bella localidad lusa de Aveiro, Vítor ha conseguido superar ya el primer obstáculo de los muchos que le esperan en el camino hasta su hogar en las lejanas tierras germanas. La Policía española emplazad en el cruce del municipio salmantino de Fuentes de Oñoro le asesora con los muchos documentos que precisará en su largo trayecto.

El cierre de la frontera entre España y Portugal, decretado a principios de esta semana para frenar la expansión del coronavirus, le agarró por sorpresa. «Llevaba en Portugal dos semanas de vacaciones y quería estar otras dos, pero ya me voy porque no sé qué va a pasar», explica.

Emigró hace años y si cayera enfermo en su localidad natal portuguesa teme que tendría que costearse el tratamiento por su cuenta y riesgo.

«Muchos se marchan porque tienen que trabajar y hay gente que, incluso, se lleva a sus abuelos de Portugal para el país de residencia porque no tienen quien los cuide», sostiene Vítor.

Dice que son muchos los compatriotas lusos que están en su misma situación. A las olas migratorias de los años 50 y 60 se sumó la gran emigración provocada por la crisis portuguesa, que llevó a cientos de miles de ciudadanos del país vecino a abandonar su tierra en la última década, en su mayoría con destino a Francia y Suiza.

Solidaridad

A Francia precisamente quiere llegar Alexia Ernesto, una joven que reside en Lyon porque sus padres emigraron de la localidad lusa de Manteigas (Portuqal) hace décadas en busca de trabajo.

Viaja con una anciana y, señala, ha estado toda la madrugada agilizando la documentación que le ha entregado el consulado francés para poder atravesar las fronteras necesarias y que ahora debe presentar a los agentes de la Policía española en el cruce de Fuentes de Oñoro.

«Vengo de Manteigas y quiero llegar a mi casa para ver a mi madre y a mi hermana», continúa Alexia, que lleva con ella a la abuela de uno de sus primos residentes en territorio galo y que, en caso de contraer el coronavirus, no tendría quien la cuidara. «Muchas personas están en una situación similar», lamenta la joven.

A Suiza se dirige Ricardo Marques, un portugués de Seia (región emplazada en el centro del país) que emigró hace años y que vuelve ahora a su casa porque, reconoce, tiene «mucho miedo».

«Nos estamos marchando lo más rápido posible porque la situación está complicada», manifiesta Ricardo.

El cruce de Fuentes de Oñoro registra mucho movimiento y la Policía española habilita mesas y sillas en el exterior de la antigua aduana para atender a los viajeros. Todos tienen una historia detrás y un reto, como el de José Carlos, un vecino de Coimbra que transporta en su furgoneta a seis jóvenes de esta misma localidad.

Pretenden llegar a Francia para trabajar dos meses en la campaña de recogida de la fresa. Están nerviosos porque no saben si obtendrán autorización.

Media hora después, José Carlos arranca su furgoneta con los viajeros rumbo a tierras galas.