Una infraestructura que nos cambió la vida

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La opinión de Raquel Sánchez Jiménez, ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana

Una infraestructura que nos cambió la vida - Foto: MARISCAL

Hay acontecimientos tan trascendentales para un territorio que difícilmente caen en el olvido por muchos años que transcurran. La llegada de la Alta Velocidad a Ciudad Real, tanto a la capital como a Puertollano, el polo industrial de la provincia, es uno de ellos, un hito que transformó la vida de muchos de sus habitantes porque les dio oportunidades profesionales y amplió sus horizontes vitales como nunca hubieran imaginado.

Nunca podremos saber con exactitud cuál habría sido el futuro de Ciudad Real sin esta infraestructura que encaminó a España a la modernidad y que, con su despliegue por todo el país, ha conseguido acercarnos como nunca lo habíamos estado, convertirnos en vecinos y no en primos lejanos y que ha servido para algo importantísimo, que es conocernos mejor.

El municipio de Ciudad Real tiene hoy en torno a 76.000 habitantes, frente a los 55.000 de 1992. Es decir, ha ganado en 30 años casi un 40% de población, lo que representa una excepción entre muchas ciudades de su tamaño de la España interior. Hace 30 años, cuando su única conexión importante era la autovía Madrid-Sevilla, distante 50 kilómetros, hubiera resultado inviable lo que desde entonces fue posible: participar en mercados laborales muchos más grandes o que profesionales de todos los ámbitos eligieran Ciudad Real para establecerse.

Este 21 de abril, aniversario de la primera línea de alta velocidad, sigue habiendo motivos para la celebración. Acortar el tiempo que nos separaba ha derribado barreras y ha facilitado los intercambios sociales, culturales y económicos. El cambio ha sido fundamental para todos. Si antes la conexión ferroviaria entre Madrid y Ciudad Real suponía tres horas de viaje, hoy se cubre esa misma distancia en 51 minutos.

Puede decirse que, 30 años después de su implantación, la Alta Velocidad ha modificado el concepto de mismo de viaje. Convendría hablar de desplazamiento, ya que esta movilidad segura y sostenible se ha integrado en la vida cotidiana y no supone la ruptura que antes significaba este tipo de traslados.

Es lo que entendieron rápidamente los habitantes de esta provincia, que desde el primer momento triplicaron las previsiones más optimistas sobre el número de viajeros. Concluida la Exposición Universal de Sevilla, la fuerte demanda impulsó los llamados trenes lanzadera, que luego dieron lugar a los Avant, la media distancia en alta velocidad, y la creación de abonos. En cierto modo, puede decirse que Ciudad Real determinó la nueva política comercial de RENFE.

Pero el de viaje no fue el único concepto en redefinirse. El de la distancia se relativizó cuando empezamos a medir el espacio que nos separaba en tiempos razonables y no en kilómetros interminables. Finalmente, la radical división entre centro y periferia, que tantas desigualdades ha provocado a lo largo de nuestra historia, ha terminado por difuminarse notablemente.

Todo ello fue posible gracias a esta primera infraestructura, que es hoy una compleja red. Sus casi 500 kilómetros se han convertido en 3.726. De una línea se ha pasado a trece. Y de esas cinco primeras ciudades enlazadas a 39, en realidad a 57 si se cuentan las conectadas con trenes Alvia, capaces de circular por los dos tipos de ancho de vía.

La línea Madrid-Ciudad Real-Puertollano-Córdoba-Sevilla fue en su época la mayor obra de ingeniería jamás acometida. Su construcción incluyó 32 viaductos, que suman 8,3 kilómetros de longitud, y 17 túneles de un total de 16 kilómetros, estructuras que en su mayor parte se concentran en el tramo correspondiente al paso por Sierra Morena. Tuvo un coste de 3.250 millones de euros. Treinta años después podemos decir que nunca hubo dinero tan bien invertido.