El 'tratante' manzanareño Antonio Caba recibió en la tarde del viernes el odio de todo un pueblo. A la salida de los juzgados de Manzanares tras mantener su silencio y sonrisa, fue abucheado e insultado: sus vecinos ya le habían sentenciado. Desde las primeras desapariciones, el empresario siempre había estado en el punto de mira. Con la de Jesús María González-Borrajo el 19 de julio de 2019 la duda sobrevoló sobre su persona y poco a poco, la sospecha era el último con quien se había cruzado. Pasó el tiempo y pese a las reclamaciones de supuestos pagos por parte de sus familiares a Caba, con la desaparición ya en ciernes, de préstamos de 24.000 euros o la ya conocida operación de la venta de coches, el 'tratante' ganó tiempo y crédito. El olvido haría el resto; hasta el verano pasado.
Otro empresario, Juan Miguel Isla, con el que trataba Caba, se dio por desaparecido. La desconfianza volvió como un fantasma. Entre tanto, el ahora imputado por el asesinato u homicidio de Isla tras encontrarse su cadáver esta semana en un pozo de una finca de Valdepeñas, mantenía su ritmo de vida y de relaciones con negocios y viejas amistades con cargos de la Benemérita del cuartel de Manzanares. Pasados unos meses, la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil entra en escena. Su misión, junto a la Comandancia de Ciudad Real, poner nervioso a Caba y sacarlo de su zona de confort. Los turnos se alargan, los meses pasan sin dar con pistas sólidas.
Cuando se pide la colaboración ciudadana para hallar el vehículo de Isla, Caba entra en pánico. El coche del empresario manzanareño es identificado por un vecino de Albacete tras ver la alerta en el programa de Telecinco de Ana Rosa Quintana. A partir de aquí, la persecución vecinal es más que evidente. La de la UCO también. Caba comete los primeros errores. Visita la finca de Valdepeñas varias veces. Comprueba que el candado de la tapa del pozo donde permanecen los restos de Isla desde julio está bien cerrado. Sólo es cuestión de ver el momento y sumar más pistas a una instrucción que se necesitará semanas para analizarla.
Antonio Caba, a su llegada este viernes a los juzgados de Manzanares. - Foto: Tomás Fernández de MoyaDurante los registros permanece impasible, sin miedo, con sonrisa burlona, incluso mientras le cachean en la Comandancia. La misma con la que sale de los juzgados en su primera comparecencia ante la jueza. En su coche le encuentran una pistola y un machete. El mantiene su inocencia: «Lo que sea, será», le espeta a agentes de la UCO en la finca con la que comparte propiedad con su gestor, un tercer socio y Gaspar Rivera. Rivera, (1949, Daimiel) afincado en Valdepeñas, declaró el viernes su participación en el traslado del cadáver del Juan Miguel Isla al pozo, pero añadió que no fue él quien cometió el asesinato. Rivera, con pocos recursos económicos, a veces realizaba algunos trabajos para su amigo Antonio. Con esta confesión, la Guardia Civil entra en el domicilio de Caba. Se encuentran todo un arsenal, en torno a una veintena de armas, y frases de Hitler, según apuntan fuentes de la investigación. Su tío-abuelo había participado en el convoy de la División Azul y en multitud de ocasiones así se lo había mostrado a sus conocidos y amigos lo orgulloso de su tío abuelo 'facha'. Mientras, mantiene su derecho a no declarar. Solo es cuestión de tiempo.
Una tercera persona, también vecino de Manzanares y relacionado con Caba, apareció en 2009 en un pozo. Por aquel entonces, se consideró un caso de suicidio. «Lo que sea, será».