José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


CR 600

22/06/2021

Corría el año 1420 y el rey Juan II de Castilla fue sitiado en el toledano castillo de Montalbán por el infante don Enrique: las luchas dinásticas por la corona en esa época... Tras dos meses de asedio, las crónicas cuentan que unos mil quinientos aguerridos villarrealenses salvaron a un rey huérfano, de solo quince años y que llevaba solo uno de reinado (no lo miren con los ojos de hoy). Por este heroico servicio, como premio, hoy somos hijos de una ‘Ciudad Muy Noble y Muy Leal’, y en el Torreón, Sergio Blanco, cantante y escultor, levantó en 2007 su condottiero castellano, hoy conocido como el caballo donde quedan los adolescentes.
En su Crónica del Señor Rey don Juan, Fernán Pérez de Guzmán, que según Menéndez Pelayo, fue el primer prosista del siglo XV, escribió que «era hombre muy trayente, muy franco, é muy gracioso, muy devoto, muy esforzado, dábase mucho á leer libros de Filósofos é Poetas», amén de hermoso cuerpo y «ojos entre verdes y azules», aunque este detalle no lo pudo plasmar en bronce el escultor bilbaíno, ni se aprecia en el extraordinario conjunto funerario de la burgalesa Cartuja de Miraflores, de visita obligatoria. Sí hay maqueta y foto de ambas piezas, respectivamente, en la exposición que un año más tarde, por la pandemia, celebramos ahora, ‘Ciudad Real VI Centenario. Una ciudad en la Historia’.
También el municipal Museo Villaseñor conmemoró los 750 de la fundación como Villa por Alfonso X con la muestra ‘Ciudad Real, 1255-2005’, que visitaron los entonces Príncipes. Referencias de realengo noblemente obligadas y tratamientos expositivos diferentes, aunque haya piezas inevitables, como el pergamino de la célebre Carta Puebla, en una ciudad que parece seguir buscando eternamente su historia y su identidad; porque mi ciudad, pese a ser nombrada así por quien sería padre de Isabel la Católica, no ha sido cantada ni tampoco ha sabido reclamar minutos de oro para sí. Recorro esta muestra, de minimalista diseño expositivo, nada sobrada de piezas originales y sí del vídeo propagandístico final, donde Alarcos brilla en especial, comisariada con rigor crítico por un acreditado quinteto de especialistas, y me parece seguir soñando o buscando todavía mi historia, entre unas calles despersonalizadas y desleídas en un urbanicidio de décadas, por mucho quijotismo con que nos arropemos.
Y una sugerencia. Por qué no aprovechar la sinergia y los conceptos de esta exposición para empezar a idear, en el mismo u otro emplazamiento —será por espacios vaciados—, el Museo de la Ciudad que tantos pueblos y ciudades tienen.