«Sin vocaciones habrá que recortar sacerdotes en parroquias»

D.F.
-

Juan Serna, rector del Seminario Diocesano explica los retos que se plantea en la nueva etapa del centro

Juan Serna Cruz, rector del Seminario Diocesano. - Foto: Tomás Fernández de Moya

Juan Serna Cruz es natural de Pedro Muñoz, ordenado sacerdote en el año 2000, es doctor en Teología después de estudiar en Roma y doctorarse en la Universidad Pontificia de Madrid. Este curso se estrena como rector del Seminario Diocesano de Ciudad Real, que le recibe inmerso en numerosos cambios, como que los alumnos del Seminario Menor pasarán a integrarse en las aulas del Instituto Hernán Pérez del Pulgar y mientras se buscan formas de dar utilidad a los espacios vacíos del caserón de la carretera de Porzuna.

Hay pocas vocaciones y las que llegan lo hacen con otras sensibilidades, distintas de las que tradicionalmente caracterizaron a este seminario. Por ejemplo, eran chicos con vocación muy diocesana, ¿cómo de problemático es esto?

Los jóvenes que llegaban antes tenían unas características y ahora los jóvenes cristianos tienen otras, pero en el fondo no es un problema. Hay que escucharles, entender lo que ellos valoran, lo que a ellos les preocupa y acompañarles, hacerles crecer. A lo mejor, si en una dirección hay que cultivarles un poco más, habrá que ayudarles a que la descubran, hacerles crecer, pero en el fondo estamos para eso, para acoger, para acompañar, para hacerles vivir una experiencia más amplia de lo que es la Iglesia, que no es solo una dimensión, sino que tiene muchas.

Parte de los alumnos de otras generaciones 'utilizaban' el Seminario como instituto o internado, pero, ¿cómo se puede convencer a los jóvenes de que el sacerdocio puede ser una salida profesional en una sociedad como la actual?

El sacerdocio es más que una salida profesional. En el fondo es toda una forma de vida. No solamente es un trabajo, sino que es algo que llena tu vida al completo. Es algo que algunos jóvenes se plantean por su fe. Antes o después todo el mundo se plantea qué tiene que hacer con su vida y un cristiano también, pero lo hace preguntándose: «Y Dios, ¿cómo interviene en mi vida?». A partir de ahí aparecen unos valores, sobre todo, la preocupación por los demás, intentar mejorar las cosas, atender a quien lo necesita, acompañar… Desde ahí se desarrolla la vocación sacerdotal, siempre en diálogo con la Iglesia, siempre profundizando en la propia fe. No es que tengamos que convencer a un chico para que sea sacerdote, sino que ese muchacho, por las inquietudes que trae, quiere darles forma. Aquí se le escucha, se le espera, si tiene problemas se le intenta facilitar el acompañamiento. De él se espera un compromiso, que esté dispuesto a ayudar a las personas de otra manera.

¿Se ha pensado abandonar el edificio y trasladar el Seminario a otro más pequeño?

En principio no, porque lo que queremos es utilizar este edificio como un punto de referencia de la Diócesis para la formación, no solamente de los seminaristas, sino también de los cristianos de las parroquias, para la oración y también para otro tipo de convivencias. Ahora que hemos llegado en este nuevo equipo de formadores lo que queremos es que el Seminario, lo que es la residencia de los seminaristas y la zona de estudio, esté en un sector y otro sector utilizarlo para que la gente de las parroquias pueda venir a tener retiros, ejercicios espirituales o convivencias, que puedan vivir aquí, pasar una semana de oración o de retiro. Además, los miércoles y jueves tenemos aquí el Instituto Diocesano de Teología. La idea es que el Seminario se convierta en un lugar de referencia en toda la Diócesis.

Este centro también lo es de reflexión, ¿cómo se ven las inquietudes de la Iglesia desde el Seminario?

Lo que percibo es que los cristianos de las parroquias siempre tienen una preocupación por hacerse entender. Muchas veces, la experiencia que tenemos los cristianos, tal y como entendemos el mensaje de Jesús, la forma de vivirlo, no sabemos comunicarlo adecuadamente. Otra inquietud que se ve mucho en la gente que viene aquí es la de estar en común, que los cristianos de las parroquias se conozcan, que tengan iniciativas comunes, que sean eficaces a la hora de hacer esa tarea.

El Tribunal Supremo ha ratificado la sentencia contra el exformador que abusó de alumnos, ¿ha cambiado el protocolo para que no se den nuevos casos?

Aquello fue terrible y fue la Diócesis la que fue por delante en hacerle frente. En nuestra Diócesis siempre ha habido una prevención, una preocupación. Creo que eso lo debemos tener ahí presente. También la Iglesia española ha difundido instrucciones para colegios, seminarios y para parroquias.

¿Hay directrices nuevas?

No sé si llamarlo directrices, pero sí que se ha venido trabajando desde hace unos años en la prevención. Se ha mejorado mucho en estos años.

¿Cree que puede llegar el día en que haya mujeres formándose para el sacerdocio?

Eso es algo que a mí no me corresponde responder. La Iglesia señala que Jesús eligió a hombres como apóstoles y uno no se siente con autoridad como para cambiar eso. Lo que también dice la Iglesia actualmente es que hay que trabajar para que la mujer pueda desarrollar un papel más activo, con más responsabilidad. Pero eso no necesariamente requiere que reciban el sacerdocio para tener esa responsabilidad.

Con las cifras actuales de seminaristas y el ritmo de jubilación de religiosos, llegará un momento en que el número de sacerdotes será insuficiente para una Diócesis como ésta, ¿cuál será el futuro?

Creo que es muy complicado, pero también hay que agradecer la generosidad de los seminaristas actuales. Ahora mismo hay 16 chicos en el Seminario Mayor, que son los que estudian la carrera de Teología para ordenarse en los próximos años y otros 12 en el Seminario Menor, que son los que estudian ESO y Bachillerato. El número es bajo y la situación es delicada. Los cristianos tienen que plantearse qué espera la Iglesia de ellos y qué pueden hacer. De seguir en esta situación vamos a encontrarnos con que de aquí a unos años habrá que recortar las parroquias donde hay un sacerdote permanentemente, con lo que eso significa, por ejemplo, que no se puede acompañar a una familia que ha perdido a un ser querido, va a ser difícil poder celebrar los sacramentos, las comuniones, las bodas… Hoy hay parroquias funcionando gracias a sacerdotes mayores, que ponen mucha generosidad, pero puede llegar el día en que eso tampoco se podrá hacer.

Con menos alumnos hay menos ingresos, ¿cómo se mantienen unas instalaciones de esta envergadura?

No se utiliza todo el edificio. Está muy bien sectorizado para poder usar aquellas partes que se necesitan y no generar gasto en otras. Es cierto que si dependiéramos solo de los ingresos de los alumnos no podríamos mantenerlo, pero también es verdad que las parroquias son muy generosas con nosotros, con la colecta del Día del Seminario, que coincide con la fiesta de San José. Los cristianos tienen sensibilidad por mantener el centro y colaborar con su sostenimiento.

Más allá del contacto con las parroquias, ¿cómo es la relación del Seminario con la sociedad que la rodea, con la ciudad, con la provincia?

Como rector, a mí me gustaría que hubiera más contacto entre el Seminario e instituciones civiles, a nivel local y provincial. Creo que en eso podemos crecer. Al final, los jóvenes que estudian aquí, si un día son sacerdotes, van a tener contactos con ayuntamientos, con asociaciones. Por eso, ya desde el principio del Seminario los estudiantes deberían tener ese contacto institucional.

Al mismo tiempo, ¿cómo es posible para el Seminario llegar al mundo de los jóvenes?

Una de las cosas que queremos hacer es tener encuentros, sobre todo de jóvenes cristianos y jóvenes de las parroquias. Nos gustaría tener algunos actos con motivo del Adviento, de jornadas de oración... Este año los seminaristas menores están yendo a estudiar al Instituto Hernán Pérez del Pulgar y lo que queremos es que puedan invitar aquí a sus compañeros de clase y a algunos amigos que puedan hacer. Al mismo tiempo, desde el equipo de formadores estamos atendiendo la parroquia de San Pablo, lo que nos da la oportunidad de trabajar con niños y jóvenes. Por extensión, queremos que las parroquias tengan el Seminario como un lugar de encuentro, principalmente para la catequesis y la oración.

La participación del equipo formador en la parroquia de San Pablo, ¿cómo va a afectar a los alumnos?

Nuestro modelo debe ser el de un hospital universitario. En la Facultad de Medicina los estudiantes se preparan académicamente, pero luego tienen un hospital asociado en el que hacen prácticas y en el que tienen el primer acercamiento a los pacientes. Los seminaristas irán viendo en la parroquia de forma práctica lo que van estudiando. Tendrán actividades de catequesis, de animación litúrgica, de voluntariado... De hecho, ya están participando.

¿Cómo enfocan las vocaciones tardías?

Una persona que llega a la vocación con 40 o 50 años no puede tener el mismo recorrido que un muchacho que descubre su vocación con 20. Requiere más bien de una atención personalizada. Hay un diálogo con él en el que hay que ver si en este entorno de jóvenes de 20 años puede encajar o si hay que buscar algún centro en el que se le pueda acompañar más adecuadamente, que en la Iglesia de España los hay.

¿Cómo serán las relaciones del Seminario con el Instituto Hernán Pérez del Pulgar?

Ya existe una buena relación. Desde hace años los alumnos de segundo de Bachillerato iban a ese instituto a hacer el último curso. Ya había muchos contactos entre unos y otros, conocíamos al equipo directivo y los profesores. Ahora, cuando hemos planteado esta iniciativa de que los chicos del Seminario Menor vayan al instituto, ha sido muy fácil. Nos han acogido muy bien.

Se va a construir una residencia de sacerdotes mayores en terrenos del Seminario, ¿Va a haber interacción entre las dos casas?

En principio no, porque la vida cotidiana de cada uno tendrá su ritmo, otra cosa es que el jardín será un espacio común y en algunos acontecimientos sí que estaremos juntos.