Jesús Fuentes

ÁNGULOS INVERTIDOS

Jesús Fuentes


El sueño cercenado de la derecha

28/02/2023

Por estos días, hace un año, en el PP liquidaban a Pablo Casado. Lo que la militancia había elegido entusiasmada se lo merendaba impertérritas la aristocracia partidaria. ¡Pobre, sufrida, militancia de los partidos políticos a las que ignoran y utilizan las elites orgánicas! Lo de Pablo Casado resultó un sueño, apenas esbozado. La derecha española pretendía iniciar un nuevo tiempo. Ni hombres ni mujeres relacionados con el pasado turbio de corrupción, conspiraciones y fracasos territoriales, como el de Cataluña. Así que ni Cospedal ni Sáenz de Santamaría. Un nombre nuevo, una imagen nueva. Pablo Casado era la representación de ese proyecto. Sucede en las organizaciones: cuando dos están enfrentados, se busca un tercero que no haya participado en batallas anteriores.  Era joven, pero le habían salido los dientes en la política partidaria. Tenía recorrido.
Las sucesiones en los partidos políticos  resultan complicadas. Lo aprendimos con el PSOE. Tras la etapa de Felipe González, los sucesores, casi todos nominados por González, no encontraban la fórmula para emular los triunfos de quién les proponía. Zapatero era un tipo llamado a perder, sino hubiera sido por los  errores gravísimos de Aznar. Fenómenos similares se han dado en diferentes países de la Unión Europea. En algunos, los partidos tradicionales entraron en tal crisis  que llegaron a desaparecer (Francia, Italia, Grecia). Pablo Casado era la esperanza de la derecha para competir con un agresivo Rivera. Rivera amenazaba la estabilidad de la derecha tradicional. La de la gente de bien, que diría Feijóo. En la izquierda, Pedro Sánchez, victorioso sobre los líderes de los primeros tiempos, se presentaba como una nueva cara de la socialdemocracia. Más a la izquierda, Pablo Iglesias barría las telarañas históricas de los rocosos  comunistas.
Pablo Casado duró un año en el poder partidario. En estos días hemos podido leer en algunos diarios las deslealtades oportunistas de varios personajes del PP. Algunos con mucha presencia y mando. Quienes habían estado incondicionalmente con él, en 24 horas cambiaron de bando. Quienes le adulaban hasta el día anterior por las intervenciones en el Parlamento  o en los medios de comunicación demostraron una deslealtad mezquina, enseñando la peor cara de la política.  Los mejores amigos te pueden traicionar, te pueden vender o pasar información al adversario para consolidar  tu derrota y mantener su posición. Se repite en todas partes y en todos los lados. Unos se venden y otros se ponen en el mercado para ser comprados. Luego viene el ostracismo. Los más  destacados en las alabanzas, te ignoran, te rechazan. No te invitan a los actos del partido porque no sumas,  ha dicho recientemente Feijóo de Pablo Casado.
El error de Casado fue doble. Quiso, por un lado, controlar a los presidentes territoriales y por otro, cortar una hipotética corrupción incipiente en Madrid. ¡En Madrid, precisamente, donde el poder del PP se consolidó sobre la corrupción de dos diputados del PSOE! Ambos errores  se interrelacionan como se ha podido comprobar en varios de los juicios por corrupción que ha afrontado y está afrontando la derecha española. Recuerden Madrid o sigan el juicio de Camps en Valencia y sus amigos del alma. Ante esas  intenciones desmedidas del señor Casado, los barones territoriales reaccionaron. Le quitaron, sin más. Se saltaron la elección de los militantes sin ningún rubor y propusieron a uno de ellos. El más experimentado: Núñez Feijóo, traído directamente desde Galicia al mejor puerto de España, que es Madrid. En un año el sueño democrático de una derecha, tal vez distinta, saltó en pedazos ante el intento de cortar un hipotético caso de corrupción en Madrid. Hubiera sido un mal precedente. Fin de la historia.  Se imponía la gente de bien.