Gavi, madera de líder

Diego Izco (SPC)
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El 'nueve' de España ha subido un peldaño más en su escalada a la cima y todavía tiene 17 años

Gavi conduce el esférico durante el encuentro del pasado jueves ante Portugal. - Foto: EFE

De Gavi sabíamos que juega con los cordones sueltos o que corre con la lengua presionando el carrillo derecho y que va por el campo despojado de complejos, como si esos pastos de élite aún fuesen la plaza del barrio y él fuera el amo de la cancha. Aprendimos después que ese muchacho intenso y descarado que anulaba mejores escondía también un pelotero notable, que se le podía entregar con tranquilidad el balón en los últimos 30 metros del campo y él sabría qué hacer con él (tiene el récord de 96 goles con los alevines del Betis, entenderá 'algo' de atacar). Pero en la noche del jueves, hasta que los calambres de final de curso empezaron a lastrar su juego, la crítica fue unánime: ¿y si también es un líder?  

Su rol en el Barça está supeditado al de, supuestamente, futbolistas de más calidad. Se le ha adjudicado un papel más gregario, de recuperador, de incansable 'peleas' que galopa por el campo con una doble misión: incomodar al rival para recuperar balones rápido y desahogar (apoyos) la jugada del equipo allá donde se desarrolle. Ante Portugal, Gavi volvió a ser titular, volvió a portar el 'nueve' y volvió a ser el mejor del equipo en un rol distinto: aparecer por todos los lados del campo para generar peligro. Fue el que primero rozó el gol, fue el que anticipó y condujo el contragolpe que originó el 1-0, fue el que tiró un desmarque de ruptura y asistió a Soler para rozar el 2-0, fue el que robó, condujo y dejó libre a Morata en la jugada que el madrileño reclamó penalti (inexistente) por manos de Danilo… 

Aquel debut... 

Nadie interpreta mejor el libreto de Luis Enrique que el sevillano. Fue una arriesgada apuesta personal del técnico, convencido de que dentro de ese cuerpo adolescente de 172 centímetros y apenas 70 kilos había dinamita. La 'España futbolera' estalló cuando el seleccionador le convocó para la fase final de la Liga de Naciones con apenas un puñado de partidos en el Barça… y el estallido fue nuclear cuando, además, le entregó el '9' y le dio la titularidad ante Italia. Pero el muchacho de los cordones sueltos y el moflete hinchado se comió a Verratti y a todos los que pasaban por su zona, y tres días después desesperó a Pogba y a tipos que le sacaban centímetros, kilos y años de experiencia. Gavi se consagró y calló la boca a la crítica 'apriorística'. 

Desde ese punto, Gavi solo ha sido víctima de la mediocre temporada azulgrana y de esa sobrepoblación histórica de los azulgranas en el mediocampo. La visión idílica, casi conceptual, del tridente Busquets-Xavi-Iniesta no concibe a un revolucionario como él. De hecho, Gavi es una revolución en sí mismo. Un jugador diferente al que el Barça, obligatoriamente, debe ir entregándole los galones que sí tienen otros (con razón) como Pedri o (sin razón) como De Jong. 

El futuro

En el horizonte se dibujan ahora una renovación y un Mundial. «No es indiscutible», mentía por corrección Luis Enrique. «Pero tengo la sensación de que todavía es un desconocido para el fútbol español. No es solo que corre y lucha, es que es un jugador ofensivamente muy bueno, un interior puro, con golpeo con las dos piernas, remate y gol». A su alrededor, el equipo tejió algunas de las mejores jugadas de la noche: el talento de la segunda hornada de España (la del 'tiqui-taca') acompaña al despliegue físico y los pulmones de aquella primera (la de la 'furia'), simbolizada en esa acción en la que chocó sin complejos con Pepe, viejo conocido, villano de 39 años que ya tenía una buena colección de amarillas y rojas cuando Pablo Gavira llegó al mundo. Con razón salió ovacionado del Benito Villamarín, situado a apenas 28 kilómetros de Los Palacios y Villafranca, su localidad natal. 

Sobre lo primero, lo de la renovación, el propio entrenador tiró una 'china' hacia el Camp Nou, insistiendo en que es un «desconocido incluso para quienes están cerca de él». El Barça (Xavi como técnico, Laporta como presidente) debe tomar nota de la evolución imparable de un futbolista único.