Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


La leyenda de la ciudad sin nombre

23/09/2022

Estados Unidos es un país polarizado; incluso, algunos afirman que está enfermo pero las alternativas que proponen no son muy atrayentes. Resulta más fácil criticar al rico que preguntarse por las causas de nuestra pobreza.

Existen varias razones que explican por qué ha sido una gran potencia, casi todas ellas hablan mal de Europa o de la condición humana. La gente emigraba allí para ser libre, con un poco de suerte, hasta podía mejorar económicamente, eran ridículamente ingenuos y no tenían pasado. Es incomprensible la indiferencia ante este elemento esencial de la psicología humana. El anonimato en el terreno social facilita el espíritu de superación. La esclavitud y el genocidio indio son las dos grandes manchas de su historia; curiosamente los españoles fuimos más comedidos.

Entendemos erróneamente el concepto de libertad al resaltar la posibilidad de hacer lo que uno quiera. En la vida real consiste en que nadie, recalco nadie, te dice lo que no tienes que hacer. Esta autonomía aporta creatividad, espíritu de sacrificio y requiere sentido de la responsabilidad. Obviamente, podía facilitar una soledad cruel, pero era mitigada con una pléyade de asociaciones que protegían al indefenso que no al débil; este último lo tenía crudo. La poderosa sociedad civil era el rasgo distintivo de Estados Unidos y no ha sido replicado satisfactoriamente en ningún otro país.

Esta independencia vital reducía la corrupción, el nepotismo y el favoritismo. Todas las economías intervenidas (progresistas) desarrollan estas tendencias; basta con ser un pelín crítico. La Administración ha ido limitando esa libertad imponiendo a las empresas lo que podían hacer y han dado el salto hacia la exaltación del individuo, al decirle cómo debe expresarse, sentirse o ser. Si encima dedicamos las energías políticas a conceptos identitarios, dejamos de preocuparnos del presente para manipular el pasado como arma arrojadiza.

No podemos negar que la clase media, próspera comparada con el resto del planeta, ha perdido poder adquisitivo en estos años. No ha sido por la globalización, la tecnología o la desregularización. Se ha reducido la competencia empresarial y con ella las opciones del consumidor. Basta con mirar la sanidad, la educación y la alimentación para saber que Estados Unidos ha dejado de ser la meca del libre mercado.

Y están rodeados de un pesimismo vital. El mundo está al borde del apocalipsis permanente por nuestra existencia. Es ahora de que vean el vaso medio lleno y dejen la nostalgia.