La liberación que cambió su vida

Manuela Lillo
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Natalia Sanchidrián tuvo a 'La Tribuna' como primer altavoz en el que desnudó su alma y dio a conocer los abusos y bulimia que sufrió

Natalia Sanchidrián. - Foto: LT

Natalia Sanchidrián no sólo es que recuerde la primera vez que salió en La Tribuna, ni que comprara ocho ejemplares del diario ese día, ni que se hiciera una foto en el quiosco cuando los adquirió o que tenga su reportaje bien localizado en el móvil, en el ordenador y en casa, a Natalia Sanchidrián es que, directamente, aquello le cambió la vida.

«A mí me cambió la vida. Era la primera vez que desnudaba mi alma, que iba a hablar de lo que me había ocurrido y era mi primera entrevista al mundo. Nunca imaginé que me sacarían en portada y en una doble página interior», afirma aún muy emocionada reviviendo aquel reportaje. Fue el 15 de mayo de 2016 y en él se contaba una historia de superación, ya que Natalia había sufrido abusos de pequeña y desarrollado después anorexia y bulimia. Sus duras vivencias las narraba en un libro, Volando alto, en el que se liberaba de esas cadenas y se reivindicaba a sí misma ante el mundo.

Para ella, que arrastraba los duros golpes de la vida y a la que le habían cerrado todas las puertas, el que la escucharan y después el que lo plasmaran en un reportaje fue un impulso determinante para su vida, para su nueva vida, ya que actualmente es escritora, con ocho libros en su espaldas (nunca mejor dicho porque señala las hernias que le han salido) y es experta en técnicas de liberación emocional.

La liberación que cambió su vidaLa liberación que cambió su vida«Fue el primero que me abrió las puertas, que me hizo ilusionarme, y eso fue por Raquel Santamarta (redactora que le realizó el reportaje y por quien no puede tener más cariño) y el periódico La Tribuna», asegura. Las fotos las firma Pablo Lorente. Fue «una cadena» que le permitió pasar de la etapa más gris de su vida a una en color, ya que destaca también la posibilidad que le brindó el director de la Biblioteca Pública del Estado para presentar su libro. Allí, por increíble que le pareciera entonces, llegó a congregar a 150 personas. Su libro fue «un pelotazo». «La gente me decía que imprimiera como mucho 200 y vendí 2.500 libros yo sola desde mi casa, Planeta me compró todos sin leer mis libros», confiesa con una energía que se contagia incluso al otro lado del teléfono.

Natalia, que aunque nació en Madrid y actualmente reside en Guadalajara, tiene a Ciudad Real como su «segunda casa», y asegura que para ella Ciudad Real es como de esos lugares en los que, sin saber muy bien por qué, uno se siente cómodo. Y eso que aquí vivió también una etapa complicada de su vida, pero decisiva en su recuperación, gracias al doctor Luis Beato, de la Unidad de Trastorno de la Conducta Alimentaria.  

Llegó a Ciudad Real de la mano de su tía en el año 2000. Tenía entonces 28 años, una bulimia agravada y una sensación de fracaso inmensa. Venía de una familia muy  humilde que vivía en Torrejón de Ardoz, «en el peor barrio». Llegó a perderse, a no reconocerse y a buscar una salida tras ser tratada en dicha unidad, que se encontraba entonces ubicada en el Hospital del Carmen, mientras que actualmente está en el Hospital General.  

«Fue decisivo mi paso por Ciudad Real porque yo no confiaba en el ser humano y mucho menos en el hombre», indica tras recordar que fue entonces cuando afloraron los abusos sexuales que sufrió de pequeña y el hecho de que la bulimia era «una tapadera» de los mismos.

Tras aquello, Natalia puso tierra de por medio, se marchó al extranjero, a Inglaterra, y empezó a dar un giro a su vida, aunque en un principio tampoco lo tuvo fácil. «Me fui sin trabajo, sin dinero y sin estudios, pero lo que dejaba en España era peor». Los vaivenes de la vida la han llevado a vivir en ocho países distintos, como Alemania y Suiza, y a labrarse un futuro cada vez menos oscuro, cada vez más prometedor.

«Cuando salí en La Tribuna era como que me estaban dando la importancia que nunca me han dado en la vida. Volando alto fue salir del cascarón y La Tribuna me ayudó de verdad. Me impactó tanto que alguien me escuchara porque venía de unas circunstancias complicadas», recuerda como no creyéndose aún aquella entrevista en la que desnudó su alma para emprender el vuelo.

Confiesa que en el extranjero comenzó a «aprender el comportamiento humano, la inteligencia emocional, que aquí eran como de yuyu o brujería». De hecho, afirma que hay quienes la llaman para que les escriba libros, que hay psicólogos que contactan con ella para que les sirva de referencia y que ella misma está estudiando Psicología.

«¡Para que veas!- Lo que no estudié antes lo estoy estudiando ahora, ¡a mis 48 años!», exclama esta escritora que habla prácticamente sin parar y que recuerda que tardó hasta 10 años en sacar aquel primer libro por el miedo que tenía y por todas las dificultades, desde la dislexia (abandonó los estudios a los 16 años) a la dureza de la historia de abusos que contaba.