Si los franceses Claude Bolling y Maurice André pensaron algún día que su Toot Suite se desarrollaría en plena Mancha conjugada por tres cubanos y un trompetista daimieleño, al aire libre, nunca podrían haber imaginado la reacción del público: emocionado y gustoso de una obra de arte al alcance de muy pocos. Manuel Blanco (Daimiel, 1985) consiguió ese propósito de convencer en su hogar. No suele ser normal ensalzar aquel que es tu vecino por muchos éxitos que haya cosechado más allá de las fronteras; al compañero de conservatorio que ha ganado el más importante premio internacional; al alumno al que no viste el talento con el que ahora emociona encima del escenario ante miles de personas; al chaval que prefería la portería a ser delantero en el campo de tierra. Blanco voló por su infancia y Daimiel lo reconoció y lo acogió como un hijo predilecto. 

Y además acercó una música de elegidos al público general. Ése era el riesgo y a la vez ése fue el éxito. Porque el trompeta solista de la Orquestas Nacional de España (ONE) fue como el buen sumiller que sorbo a sorbo hacía entender a los espectadores de todas las edades de qué trataba la compleja Toot Suite, una fusión del barroco clásico con el jazz más gamberro de Nueva Orleans. Dividido en seis movimientos, el reto que le planteó Bolling a André no es otra cosa que una prueba de resistencia, técnica y virtuosismo que pocos en la actualidad se atreven. Para Blanco hubiera sido más fácil presentarse ante su gente con un reportorio más conocido, de los que gustan más ahora, a base de bandas sonoras y programas más enlatados para tratar de complacer y llegar a todo el mundo. Sin embargo, Blanco, como siempre ha hecho a lo largo de toda su carrera, opta por emocionar desde lo alto del precipicio, donde un fallo te condena al vacío. 

En este desafío volvió a estar flanqueado por el gran Pepe Rivero (piano), el contrabajista Negrón y Michael Olivera en la batería. Como ya hicieran a finales de abril en Pamplona, el público se rindió al despliegue de trompetas en Sib, Do, Mib, picolo corneta y fliscorno, pero esta vez al aire libre y sin la calidez sonora que proporcionan las salas afinadas de grandes auditorios. No exentos de obstáculos de luces, viento y bajada de temperatura, el cuarteto salvó la obra francesa con brillantez y con el público rendido a sus pies, a sabiendas de que habían sido unos privilegiados por asistir a un heat musical de la historia de la trompeta.

Cómo democratizar la cultura con una trompeta - Foto: Ayuntamiento de DaimielPero la velada no quedó en concluir con ese duelo majestuoso. La segunda parte, más enfocada a enraizar aún más su pasado, consistió en conectar sentimentalmente con sus allegados. Para ello recurrió a una de sus piezas fetiches el Piazzolla meets maestro Rodrigo junto a la sensualidad y la coreografía imposible de Laura Daganzo. En ese momento, los ojos se posaron exclusivamente en esta bailarina alcarreña, afincada en Madrid, para llegar al clímax de la noche. Daganzo embrujó al público daimieleño primero con un mantón de manila y después con sus improvisados zapateos de bata de cola que no hicieron otra cosa que redondear una actuación magistral. El protagonismo femenino prosiguió con la actuación de la mujer y hermana del artista para acabar con el desarreglo de título improvisado pero emocionado de Daimiel en el corazón, una mezcla de obras que han marcado a Manuel Blanco en sus inicios con guiños a la Semana Santa y el carnaval y por el último el himno de la localidad.

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