Baile ante el olvido

D. F.
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El bailarín malagueño actúa el sábado en el Teatro Quijano con el espectáculo 'Flamenco para recordar', homenaje a su madre con alzheimer

Baile ante el olvido

Nacido en Málaga, renunció a su carrera para cuidar de su madre con alzheimer. Ahora vuelve con ella a los escenarios con el espectáculo Flamenco para recordar, que el 19 de octubre estará en el Teatro Quijano con el objetivo de recaudar fondos para el Centro Alois Alzheimer.

¿Cuándo empezó a plantearse hacer el espectáculo Flamenco para recordar?

Nace básicamente de las historias de mi casa, lo que hacíamos con mi madre, que es la protagonista de la obra. Ella es el motor de todo, porque padece alzheimer. Antes me contaba su historia. Su padre no la dejó bailar porque no iba a consentir que su hija fuera puta, según el pensamiento de los años 40 ante una mujer que quisiera ser bailaora. Aquello me dio la motivación para cumplir su sueño y recuperar mi oficio. Renuncié a todo para atenderla.

¿En qué medida la danza recurre a la memoria?

Mi madre, por su discapacidad, no va a salir a bailar con bata de cola ni va a bailar por soleares. Dentro de sus capacidades hemos intentado potenciarla al máximo. Lo que pasa es que todo lo que es la memoria que podemos atribuir a la danza a la hora de aprender una coreografía, con ella es bastante difícil, pero puede salir la emoción y entonces es muchísimo más real lo que ella transmite con su baile que lo que hagamos los que nos expresamos con la coreografía.

¿Cómo es en escena?

Evidentemente, en escena estamos los dos. El espectáculo se divide en dos partes: una representa los años 40 y otra es 2018, que es cuando nace todo. Todo es en Málaga, desde el momento en que Carmencita no puede bailar a causa de la decisión de su padre. Yo hago del que fue el maestro de mi madre. En la parte de 2018 yo soy yo y ella es ella, con nuestras conversaciones. Algo completamente natural.

Con respecto a sus espectáculos anteriores, ¿ha sido difícil sacar esta historia?

Desde la perspectiva técnica, el montaje de este espectáculo ha sido muchísimo más fácil, no sé si por conocer tan bien la historia, que me permitía llegar rápidamente al punto en el que quería mostrar algo y la manera de mostrarle, pero también desde la perspectiva de que es todo improvisado, aunque hay un guión que nos va marcando. Evidentemente, hay partes que no tienen nada de improvisación. Todo eso nos da mucha más libertad y mucha más pasión en el escenario.

Acude al teatro Quijano de la mano del Centro Alois Alzheimer, ¿es habitual con este montaje?

Desde el principio, nuestra intención es colaborar con las asociaciones. Una compañía privada tiene unos gastos que no podemos asumir de manera altruista; por ello pedimos la colaboración de instituciones privadas o públicas, que son las que tendrían que estar al frente de esta historia. Gracias a las asociaciones, que se parten el pecho para que esto salga adelante, es posible que la taquilla vaya íntegramente para ellos.

¿Cómo reacciona el público?

Es una catarsis brutal, la gente que no conoce la enfermedad se da cuenta de cómo es. Hay gente que se acerca totalmente tocado por el mensaje.