Manuel López Camarena

El Yelmo de Mambrino

Manuel López Camarena


Emiliano, hay que ser más duro o nos lleva a todos

28/01/2021

España, que es lo que nos afecta de lleno, parece haber elegido, casi, casi, el peor camino que podía en esta época de pandemia desbocada y asesina. Esta afirmación no es mía, sino que la corroboran las escalofriantes cifras a las que nos enfrentamos cada día, fruto de la gravedad de la propia pandemia y de la deficiente, por no decir desastrosa, gestión que de ella ha llevado las autoridades gubernamentales y, no lo olvidemos, del no menos distorsionador y perturbador sistema -el autonómico- por el que nos regimos. La sensación de caos, en todos los niveles de la gobernanza y la convivencia entre unos y otros, sin estar necesariamente protagonizada por miembros de la misma comunidad o de la misma ideología, da idea clara de que aquí, en España, no se está gobernando, y ni siquiera moviendo un dedo o dando un concierto de flauta travesera, para toda la sociedad, sino ora para grupos y grupitos, ora para asociaciones de ciudadanos, léase partidos políticos, ora para… Hasta tal punto llega nuestro desconcierto y el ridículo que generamos que, allén nuestras fronteras, ya hemos sido utilizados -España y su realidad- como ejemplos de desconcierto a la hora de plantear soluciones y adoptar decisiones como ayer, hoy, mañana…, el sistema de vacunación, en el que hemos entrado tarde, mal y cogidos del pico del mandil, o del chándal, de las autoridades comunitarias. 
Y eso que Europa, con su pretendida superioridad intelectual y hasta moral, tampoco es que lo haya bordado en el tema vacuneril, al que también ha llegado un pelín después que otros de nuestros iguales occidentales, léase Gran Bretaña, Japón, etc., y racaneando un tanto a la hora de hablar de dineros, cosa que suele ser tema de enorme trascendencia a la hora de la verdad como es natural. Pero aun así, Europa nos lleva en su lote, como no podía ser menos y por ahí nos llegaran vacunas, que ya escasean alarmantemente. Vacunas que, por cierto, han sido el detonante de la esperada, por algunos, explosión de miedo de la sociedad, siempre minoría afortunadamente, que recordando, quizás incluso sin saber de quién hablamos, que pertenece al país donde uno de los personajes que han formado nuestro ser -don Quijote es aparte y es nuestro, de los manchegos- era Lázaro de Tórmes, a cuyas espaldas, y a las de su ciego, nació el concepto Picardía, que cuando es aplicado, o utilizado, a, o por, golfos como los que estos días andan en boca de todos, por abusar en el tema vacunas, lo convierten, sencillamente, en actos de egoísmo delincuencial. Porque no de otra manera pueden tildarse los manejos de políticos, militares, dos o tres, y hasta de un religioso ilustrado, que sepamos. Y todo, todo, bajo el reinado del que él mismo, y Pedro Sánchez, que sigue escondido debajo de la capa de Luis Candelas, quiere ser nuevo presidente de Cataluña, el filósofo Salvador Illa, que se va, debe irse, como dijo en su despedida más oficial, con el dolor de los muertos y contagiados por COVID-19. Un cargamento moral por unos 80.000 muertes no se lleva así como así.