Picasso se mide ante los clásicos

EFE
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Nueve obras del genio malagueño dialogan con maestros de la talla de El Greco, Zurbarán o Pacheco en el Museo de Bellas Artes de Sevilla

El andaluz pintó ‘Busto de hombre’ en 1970. - Foto: Joaquin Corchero

Pablo Picasso versus El Greco, Zurbarán y Pacheco. Como si de una competición de estilos y épocas se tratase, pero a la vez con una perfecta simbiosis entre obras tan diferentes, el Museo de Bellas Artes de Sevilla expone hasta febrero del próximo año la muestra Cara a cara, Picasso y los maestros antiguos, que enfrenta nueve cuadros del artista malagueño con siete obras clásicas.

La exhibición, inaugurada ayer por el nieto del genio andaluz, Bernard Ruiz-Picasso, mantiene diferentes diálogos con otras tantas pinturas clásicas presentes  en el museo hispalense.

La directora de la pinacoteca, Valme Muñoz, señaló que Picasso es uno de los artistas «más revolucionarios del siglo XX, pero que también mantuvo profundas raíces en el arte clásico» y que esta muestra es «una oportunidad única y excepcional para que el público pueda comprobarlo».

Las conversaciones entre los cuadros seleccionados ofrecen «visiones desde ángulos nuevos de liberación y ruptura», según Muñoz, de modo que «en una búsqueda de la realidad alejada de cánones» puede comprobarse que «la fuerte personalidad de El Greco» le valió a Picasso para progresar en esa liberación y cambio.

En efecto, el Retrato de Jorge Manuel Theotocópuli (1600-1605) de El Greco abre la muestra junto a un Busto de hombre (1970), uno de los cuadros pintados por Picasso en su última época en la que los ecos de la obra antigua se hacen evidentes.

Al Retrato de dama y caballero orantes (hacia 1623) de Francisco Pacheco se han enfrentado Olga Khokhlova con mantilla (1917) y Cabeza de hombre (1971), un retrato real y otro imaginario pintados por el malagueño y separados entre sí más de 50 años que sin embargo ponen de manifiesto «su profundo arraigo con las tradiciones de la retratística española».

Más adelante, una composición de 1933 y un bodegón de 1947 de Picasso dialogan con un cuadro tenebrista de Caracciolo, Salomé con la cabeza del bautista (1630), que muestra dos maneras espeluznantes de abordar la muerte.

El niño de la espina (1645) se enfrenta con un desnudo masculino picassiano de 1922 y otros cuadros del malagueño completan la exposición sevillana junto a obras de Gijsbrechts, del XVII, y de Bernardo Lorente German y Diego Bejarano, del XVIII.

Bernard Ruiz-Picasso aseguró que estas asociaciones entre obras de arte también explican «cómo se crea una identidad creativa», además de suponer un reto expresivo y continuidad para el museo.