Mirando por todos

M. E.
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Manuel Rodríguez, desde su torreta de 20 metros de alto de Viso del Marqués, es una de las piezas clave del engranaje del operativo contra incendios forestales en Ciudad Real

Manuel Rodríguez otea con sus prismáticos desde lo alto de su torreta en busca de algún indicio de posible incendio forestal. - Foto: Tomás Fernández de Moya

El verano, estación que siempre se relaciona con las vacaciones, el sol y el descanso, también forma un peligroso binomio con uno de los peores males que puede afectar al entorno natural y al medio ambiente: los incendios forestales. Todos los años hay que lamentar miles de hectáreas arrasadas por las llamas en España, en la mayoría de los casos por fuegos provocados por la acción humana, en un letal cóctel junto con las altas temperaturas, la escasa humedad del monte y el viento. Sin ir más lejos, España ya ha sufrido verdaderos desastres ecológicos en la Sierra de la Culebra de Zamora y en varios puntos de Navarra, Cataluña, Teruel o Valencia, cuando el verano no ha hecho nada más que comenzar.

Afortunadamente, Castilla-La Mancha se ha mantenido lejos del alcance de siniestros de  esa magnitud y Manuel Rodríguez cruza los dedos para que así siga, como poco hasta el 30 de septiembre, fecha en la que se cierra oficialmente la campaña especial por máximo riesgo puesta en marcha por el Gobierno regional. Porque, aunque cada vez se cuenta con más medios humanos, materiales, económicos y tecnológicos (este año se van a utilizar drones para acceder a las zonas más complicadas), lo que no cambia con el paso del tiempo es el papel clave que desempeñan en esta interminable lucha contra el fuego los dos ojos que otean el horizonte desde un elevado puesto de vigilancia en busca de humo, para dar la señal de alarma. Así de tradicional, pero así de trascendente.

Manuel lleva 27 años subiéndose a la torreta del Hontanar, en Viso del Marqués. Desde allí, a más de 1.250 metros de altitud, disfruta de una privilegiada atalaya, con una visibilidad perfecta a un radio de más de 30 kilómetros, llegando a ver en el horizonte la provincia de Toledo por el norte y hasta Sierra Nevada hacia el sur. Hace solitarios turnos de 10 horas seguidas (actualmente de 11 a 21horas) arriba, en la pequeña cabina que sostiene una estrecha estructura vertical metálica de 20 metros de altura, cuyos interminables peldaños sube y baja al menos dos veces en días alternos. Una torreta, con pararrayos incluido, que los días de viento 'baila' desplazándose hasta dos palmos de su posición original. «Impresiona, pero se supone que la torre la han construido para que se mueva así», dice con serenidad Manuel, al que se le ve feliz con su trabajo. «Esto te tiene que gustar mucho, además de ser paciente y no tener miedo a las alturas. Si no, no aguantas ni tres días».

Manuel Rodríguez, en lo alto de la torre de vigilancia.Manuel Rodríguez, en lo alto de la torre de vigilancia. - Foto: Tomás Fernández de Moya

Su única compañía durante esos largos turnos de 10 horas, que a este viseño de 55 años no se le hacen pesados, son su móvil, la radio, el mapa y sus prismáticos. A este equipo básico suma sus ojos. Manuel mira y mira, buscando cualquier indicio de fuego, como lo ha venido haciendo durante casi tres décadas, antes incluso por la noche. «Sería capaz de dibujar este paisaje con los ojos cerrados».

Y no sólo tiene un conocimiento extremo de su alrededor. También está familiarizado con los animales con los que comparte su puesto de trabajo, los ciervos. Uno de ellos, al que conoce desde recién nacido, acude frecuentemente junto a sus crías a los pies de la torreta por si a Manuel se le 'cae' algún pedazo de pan. «Yo los conozco a ellos y ellos me conocen a mí», dice sonriendo.

De momento está teniendo unos primeros días de campaña tranquilos, aunque no baja la guardia porque sabe que es época crítica por las condiciones meteorológicas y porque las cosechadoras aún amenazan con provocar chispas y, por tanto, fuego. Sus años de veteranía la permiten no sólo buscar y localizar el humo, sino interpretarlo. «Una columna de humo te da mucha información. El lugar, qué tipo de vegetación se está quemando por su color, la distancia, la dirección que puede tomar el incendio, la posible cercanía a la población…». Aclara que es importante esperar unos minutos antes de informar a la central, «porque muchas veces el humo aparece porque alguien ha echado agua o algo encima de unas llamas, pero enseguida desaparece, por lo que hay que estar seguro antes de dar la voz de alarma». Y cuando confirma que se trata del inicio de un peligroso incendio forestal, lo advierte por radio, con toda la información que ha sido capaz de interpretar. Y hasta ahí llega su función: «Después de dar el parte nos callamos y dejamos la línea de comunicación libre. Ya son los compañeros los que actúan, y si necesitan algún datos más son ellos los que nos llaman».

Manuel Rodríguez inicia una comunicación por la radio.Manuel Rodríguez inicia una comunicación por la radio. - Foto: Tomás Fernández de Moya

Después de tantos años, celebra no haber pasado ningún momento de peligro, aunque fue testigo de incendios importantes y cercanos, como el que provocaron las obras de los túneles de Despeñaperros, el de Aldeaquemada o el de la finca Navarredonda de Almuradiel.

Cuando acaba su turno, Manuel baja los escalones metálicos de la torreta, se mete en su coche y desciende hasta su casa en Viso del Marqués. Al día siguiente lo sustituirá un compañero, y 48 horas después regresará a su puesto de trabajo con el deseo de que todo el paisaje se lo encuentre como la última vez que lo pudo observar y que no aparezca en el horizonte ni una sola columna de humo, por muy insignificante que parezca. Una rutina que se acabará el 30 de septiembre, cuando finalice la campaña de máximo riesgo de incendios forestales. A partir de ese momento, su labor será al pie del terreno, con los trabajos de prevención, como la limpieza del monte, el desbroce, la creación de áreas vegetales de discontinuidad para contener posibles fuegos o las quemas prescritas para quitarle 'alimento' a un posible incendio; vitales para que cuando vuelva a escalar esos 20 metros de la T231 (nombre técnico de su torreta), pueda afrontar otro verano sin incendios de importancia, para su felicidad personal y la satisfacción de todos.

«Hay que dar continuidad a los trabajadores y seguir formándoles»

Alfonso Agudo (izquierda) y Juan Miguel Nuño conversan junto al 4x4.Alfonso Agudo (izquierda) y Juan Miguel Nuño conversan junto al 4x4. - Foto: Tomás Fernández de Moya

Manuel Rodríguez es una de las 600 personas que integran el operativo dispuesto por el Infocam en la provincia de Ciudad Real, de las que 450 pertenecen a la empresa pública Geacam. Están repartidas en tres brigadas helitransportadas y trece terrestres, 17 autobombas, un camión nodriza, 13 patrullas móviles y cinco equipos de maquinaria pesada. A estos efectivos hay que unir diecinueve torres de vigilancia, similares a la suya en Viso del Marqués, además de cuatro helicópteros.
Todo el operativo funciona como una maquinaria perfecta en la que todas las piezas deben estar preparadas y en su lugar adecuado. «Hay mucha gente trabajando para echar aceite en el engranaje, y de esto solo se habla cuando algo sale mal», afirma con tono de resignación Alfonso Agudo, responsable técnico de Geacam en la provincia, que ponía como ejemplo el incendio en el que se tuvo que actuar recientemente en Puertollano, donde durante su extinción se tuvieron que repartir 150 raciones de avituallamiento. Una labor de logística invisible para el público, pero muy necesaria para el operativo. Por ello, también resulta vital el papel que desarrollan coordinadores de zona como Juan Miguel Nuño, otro veterano bombero forestal con más de 20 años de experiencia y uno de los hombres que mejor conoce los montes del Viso.
Todos ellos son elementos necesarios para que Castilla-La Mancha siga disfrutando de un «dispositivo profesional» contra los incendios forestales, como destaca Alfonso Agudo. Una realidad que tuvo su punto de inflexión en el mortal siniestro sucedido en la provincia de Guadalajara en 2015, donde murieron once bomberos forestales. «Aquello fue un antes y un después», reconoce Agudo, que subraya la necesidad de que se siga apostando por «dar continuidad laboral a los trabajadores, seguir formándoles para su mayor profesionalización y mejorar sus condiciones laborales». «Nuestro trabajo son ocho meses de prevención y cuatro de extinción», recuerda el responsable técnico de Geacam, que destaca el paso adelante que supondrá la aplicación del nuevo convenio desde el 11 de julio, con mejoras en la tabla salarial y en los cuadrantes, de las que se beneficiarán unos 2.200 bomberos forestales en toda la región.

Más fotos:

Miembros de las dos unidades ubicadas en la nueva base retén del Viso.
Miembros de las dos unidades ubicadas en la nueva base retén del Viso. - Foto: Tomás Fernández de Moya
Miembros de las dos unidades ubicadas en la nueva base retén del Viso.
Miembros de las dos unidades ubicadas en la nueva base retén del Viso. - Foto: Tomás Fernández de Moya

Nueva base de retén en Viso del Marqués
La actual campaña contra incendios presenta como principal novedad la construcción de dos nuevas bases de retén, en Ruidera y en Viso del Marqués. En la segunda, se trata de 215 metros cuadrados (salón comedor y cocina, sala de formación y ejercicios físicos, aseos y vestuarios) que han permitido que hasta dos unidades (diez bomberos forestales en total) se preparen y esperen de un modo más confortable ante una posible llamada de emergencia.