El informático que viajó en los bajos de camión

HIlario L. Muñoz
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Mohamed, nombre falso, es el último de los 'menas' que abandonará Al-Amal por cumplir los 18 años. Lo hace con la seguridad de haber aprovechado el tiempo y asentar las bases para lograr su sueño de trabajar con ordenadores

El informático que viajó en los bajos de camión - Foto: Rueda Villaverde

Cuando uno piensa en África, muchas veces aún se imagina países de caminos polvorientos, sin electricidad o sin internet, casi un mundo aislado como los pequeños pueblos en la España de los 50. Lejos de esta idea, en África, como en cualquier otra parte del mundo, se sea pobre o rico, las personas tienen móviles, acceso a la electricidad y conexión a internet en mayor o menor medida, aunque en algunos puntos no sea todos los días. Esta es la primera barrera que hay que saltar para pensar en un menor extranjero no acompañado. Se trata de jóvenes con estudios y hasta trabajo en su país, pero que deben ponerse a trabajar a muy corta edad pese a que ven, gracias a las redes sociales, que a unos pocos kilómetros por mar tendrían la opción de estudiar y labrarse el futuro que ellos quieran.

Uno de estos jóvenes es Mohamed, nombre falso por petición suya, y que es el último ‘mena’ que saldrá del centro Al-Amal. Alcanzó la mayoría de edad el pasado domingo y lleva dos años en nuestro país. Vino en los bajos de un camión, llegó a Algeciras, viajó hasta Madrid y decidió coger un tren hasta Ciudad Real, donde fue detenido. Su periplo es el de muchos menores extranjeros no acompañados que se lanzan a la aventura sin idioma pero con el referente de estudiar para trabajar, algo que han aprendido gracias a las nuevas tecnologías.

Sus padres, en Marruecos, fueron los primeros que se enteraron que se había escapado, les llamó para decirles que se iba para cumplir su sueño de estudiar informática o programación. En su ciudad natal vive una hermana suya de dos años, tenía un mes cuando se fue, otra de once años, y cuenta con un hermano más. A ninguno los ha visto desde que se fue y no los verá hasta que logre la residencia.

El informático que  viajó en los bajos de camiónEl informático que viajó en los bajos de camión - Foto: Rueda Villaverde«Hace diez años venían los menores por necesidad» ahora se acude por otros aspectos. Para comprender su necesidad se puede recordar a lo que dijo esta misma semana el secretario de Estado de Seguridad Social en funciones, Octavio Granado, quien señaló que «si alguien comienza a trabajar a los 28 o 29 años no puede pretender jubilarse como su abuelo, que empezaría a los 14». En los países del norte de África a esos 14 años o, incluso antes, es la edad en las que se empieza a trabajar.

«La gente aquí te ayuda pero los chicos que vienen llegan con miedo», comenta Mohamed, al pensar en cómo entró y cómo sale del centro de menores Al-Amal, «Aquí no vienes y te encuentras dinero en el suelo, hay que sacrificarse y educarse mucho» pero se logra lo que se quiere. «Si me quedaba en Marruecos nunca iba a conseguir lo que yo quiero», señaló, entre referencias a que ya ha terminado un ciclo básico y se encuentra a la espera de iniciar el grado medio; mientras, sigue en su progreso para mejorar el español. Para seguir estudiando contará con el apoyo del programa de autonomía, dirigido a menores en situación de tutela y que reciben una pequeña ayuda económica para continuar su desarrollo al cumplir los 18 años. Esa edad es la que muestra la importancia de aprovechar el tiempo en el centro, ya que la educación en Al-Amal es una carrera contrarreloj para conseguir que unos niños que «no pueden hablar el idioma y que son un colectivo vulnerable e indefenso» cumplan la mayoría de edad con la documentación en regla y un futuro hecho.

La vida de Mohamed en Al-Amal explica su director, Ali El Astri, es una «referencia» para el resto de menores porque «ha sabido aprovechar muy bien su tiempo». Ha cumplido todos y cada uno de los horarios que existen en el centro y que varían entre el invierno, con el curso académico, y sin salidas entre semana, a un verano con algo más de libertad pero muchas actividades. «El deporte es muy sano y nos ha ayudado siempre», recuerda el director. De hecho, el centro ganó una copa del mundo de fútbol seis organizada entre espacios dedicados a atender a menores. Mohamed es uno de los jugadores de ese campeonato del mundo y ahora tiene opciones de seguir jugando en distintos clubes.