10 días de homenaje y luto: en memoria de Julio Muñoz

Nieves Sánchez
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Con la muerte de Julio a los 57 años, a su hija Ana se le fue «el amor de su vida»

10 días de homenaje y luto por los 1.102 muertos

Julio Muñoz Heredia era mi padre, pero era también el hermano que nunca he tenido, mi mejor amigo, hacíamos miles de planes, me animaba, siempre me sacaba una sonrisa, era mi mayor apoyo. Era el amor de mi vida, lo diré siempre, hasta el final». Ana Pilar Muñoz tiene 25 años y un vacío en su interior que nadie nunca podrá rellenar.

Julio acababa de superar un cáncer, un linfoma, tras dos años luchando contra él, los médicos le daban buenos pronósticos. Lo había superado. Alrededor del 13 de marzo, por carnavales, empezó a sentir un dolor en el pecho y diarreas, por lo que lo ingresaron en el Hospital La Mancha Centro de Alcázar de San Juan. «A partir de ahí comenzó la falta de aire y falleció, pero no sabemos realmente de lo que ha muerto, no nos dijeron nada porque supuestamente la prueba dio negativo, pero empiezas a hilar cosas y te enteras de que los primeros test eran defectuosos. Ha sido un horror».

Ana Pilar tiene un día marcado a fuego en su corazón, el 17 marzo, cuando habló por última vez con su padre a través de una videollamada. «Yo ese día estaba fatal, me lo pasé llorando porque no sabía nada y no podíamos visitarlo y cuando lo vi a través de la cámara me acuerdo que estaba bastante bien, llevaba una mascarilla, me miró, se la quitó y me dijo: hija no puedo respirar, pero me lo dijo sonriendo, con ese humor sarcástico que tenía y con el que ha llevado toda su enfermedad, en ningún momento lo hemos visto mal, nos animaba a nosotras».

Al día siguiente, el 18 de marzo, falleció en la habitación del hospital, junto a su mujer Milagros. Era muy al principio y todavía dejaban a un acompañante, a partir de ahí ya empezaron a prohibir a la gente quedarse. Días después, Ana se enteró de que ese 17 de marzo, Julio contactó por videollamada con todos sus familiares y amigos, «como si hubiera visto el final y no quisiera irse sin despedirse de nosotros, es muy doloroso».

Julio Muñoz vivía en Pedro Muñoz con su mujer y su única hija. Era el jefe de mantenimiento de una empresa de fabricación de cisternas del pueblo. Estaba de baja por su enfermedad, pero precisamente un mes antes de fallecer, le confirmaron que lo jubilaban. «No llegó ni a disfrutar del primer mes, no le dieron tregua».

Ana Pilar recuerda a su padre como «la sonrisa personificada», capaz de arrebatar risas y de sacar una chispa de humor a todo. «Llegabas a casa con cualquier tontería y te la hacía olvidar, era especial, dejaba huella". Para Milagros, su mujer y madre de Ana, la muerte de su marido ha sido un duro golpe que se suma a una vida de pérdidas. «Mi madre perdió con 18 años a sus padres y a su hermano y mi padre llegó justo en ese momento ideal para darle fuerzas y salvarle la vida. No es justo esto, cuando ya había superado el cáncer y veíamos la luz y ya le estaba creciendo el pelo, que fue un trauma para él», recuerda su hija sonriendo, reteniendo en su memoria y corazón al hombre que ha sido todo en su vida.

Ana Pilar explica que siente mucho dolor y mucha rabia por no haberse podido despedir de Julio. Le faltará toda su vida el último beso, la última caricia, su sonrisa.

Ella y Milagros tienen «esa espinita clavada» del último adiós, el día del entierro, de una caja «donde supuestamente estaba su cuerpo». «Se nos quedan muchos interrogantes y eso está en nuestros pensamientos diarios, no saber exactamente de qué murió, porque no llegó a estar en la UCI ni a necesitar respirador, eso es lo más duro, no saber».

Con Julio se ha ido un superhéroe, así lo ve Ana Pilar. «Dentro de lo malo, mi madre y yo estamos bien, es que tenemos que tirar para adelante porque mi padre lo querría así, él no querría que estuviéramos mal porque él era así, veía siempre el lado positivo de todo. Era un padre para sus compañeros de trabajo y para nosotras, era el amor de nuestra vida».