Sufrir la despoblación

Ana Pobes
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Los vecinos de Ventillas, aldea de Fuencaliente, aseguran que pagan todos los impuestos pero no tienen ni luz eléctrica, ni agua corriente potable ni siquiera carretera en condiciones. Se sienten «abandonados»

Sufrir la despoblación - Foto: Tomás Fernández de Moya

Llegar a Ventillas es una odisea. Para acceder a esta aldea de Fuencaliente hay que tomar la arteria de la N-420 y girar a un camino a la izquierda que se prolonga 6,8 kilómetros y casi treinta minutos. Y eso, si no ha llovido. Es la única vía de comunicación que existe para poder acceder al núcleo principal de la población. Su mal estado acarrea que el camión del consorcio de residuos sólidos urbanos no vaya las veces necesarias. El consorcio les ha advertido que no podrán recoger la basura si no se arregla el camino. Pero los baches y el barro suponen también un peligro. Nadie quiere ponerse malo. Saben que recorrer ese camino para llegar al centro sanitario más cercano, a unos 15 kilómetros, supone un suplicio. «Uno se puede llegar a morir en el camino», lamentan los vecinos de este lugar, que los tiene. Concretamente tres durante todo el año, y en verano y fines de semana, cuando están todos, unos cuarenta. Un aldea de apenas 30 viviendas y un solo vecino empadronado.    

Pagan todos los impuestos pero no tienen ningún servicio básico. Ni luz eléctrica, ni agua corriente potable, ni siquiera carretera en condiciones ni apenas cobertura de telefonía móvil. Viven allí, pero «no existen como aldea para ningún administración». La luz la reciben a través de placas solares y generadores, y el agua que sale del grifo proviene directamente de la sierra, varios kilómetros de montaña arriba. Y llega, gracias a una instalación «pagada y mantenida por los propios vecinos». Agua que no está depurada.  

Sus pocos habitantes se han unido en asociación con el fin de representar oficialmente a la aldea, que fue paso natural entre Ciudad Real y Andalucía lleno de pequeñas ventas para descansar. De ahí, su nombre. Pablo Pacheco es el presidente, mientras Salvador Blanco y Rafael Ibáñez son, respectivamente, el secretario y el tesorero. «Estamos abandonados. Ninguna administración nos ayuda. Nos torean. El poco dinero que nos dan como aldea no nos llega», lamentan mientras recorren la única calle. No hay nada más, salvo espectaculares vistas, una vieja escuela y una ermita a la que se acude andando.

Sufrir la despoblaciónSufrir la despoblación - Foto: Tomás Fernández de MoyaSe sienten «abandonados» porque tienen que hacer todo con sus manos. Limpian, barren y adecentan la aldea. Incluso ellos mismos quitan la maleza y arreglan los desperfectos. «Fuencaliente recibe mucho dinero, pero no revierte nada en la aldea», lamentan, al tiempo que reclaman a la Administración que les escuche. «Tenemos derecho a vivir dignamente y no tener que encender la luz pendientes de si hay sol para que carguen las baterías», subrayan.  

Luchan para que su pedanía no muera víctima de una despoblación irreversible. Resisten porque aman este lugar, porque prefieren  esto a la civilización del ruido y las prisas. Sin ellos, el poblado corre el riesgo de morir. Y no están dispuestos. Aman este lugar.

Francisco Ramírez es el alcalde de Fuencaliente, municipio al que pertenece la aldea. Reconoce, en declaraciones a La Tribuna, que Ventillas «no tiene luz porque nadie ha invertido para llevar una línea de red eléctrica» pero el alumbrado, apunta, llega a través de la energía solar. En relación a la recogida de basura, señaló que el Ayuntamiento saca los contenedores a la carretera para después ser recogidos por el consorcio y aseguró que el camino se arreglará gracias a un convenio entre Junta y Diputación. De momento, «no se conoce la fecha de inicio pero sí que tiene que estar finalizado antes de 2024». Asimismo, declaró que a lo largo de esta semana han sido varios los operarios que se han acercado a la aldea para hacer labores de limpieza y fumigación en vísperas de la celebración de San Marcos, al que honrarán este fin de semana con una romería.     

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