Convivir con el COVID

Hilario L. Muñoz
-

Ahogos, dolores y andando con bastón a los 40 años, Sandra Beldad es una de las personas diagnosticadas con Long COVID y lleva viviendo tres años con las secuelas del coronavirus

Convivir con el COVID - Foto: Rueda Villaverde

«Si me llegan a decir esto, me meto en un búnker y no salgo». De este modo piensa Sandra Beldad al recordar aquel 14 de marzo de 2020 del estado de alarma ante el avance del coronavirus. No puede olvidar aquel día ni el 6 de abril en el que ingresó en el Hospital General de Ciudad Real con neumonía. Se había contagiado, «seguramente al ir a comprar», la única salida que hacía en su casa. Estuvo ingresada durante unos días, hasta que empezó a mejorar su respiración y la enviaron a casa, donde se encerró en una habitación. Allí pasó tres semanas para evitar contagiar a su familia, su marido y sus dos hijos. Como tantos pensó que lo había superado, un constipado fuerte, pero no fue así.

Empezaron los ahogos, durante la conversación con La Tribuna surgen casi en cada frase, tres años después de aquello. Luego llegaron los dolores de cabeza y luego los mareos, que le impiden realizar su trabajo, fotógrafa, de forma correcta. «Solo puedo hacer fotos con trípode» y ha tenido que renunciar a retratar bastantes bodas y comuniones. Después, cuando se vacunó, se le durmió la mitad del cuerpo y empezó a llevar bastón. Mientras, hay dolores, cansancio e insomnio. Secuelas que en su conjunto han llevado a un diagnóstico: Long COVID o COVID persistente.

Tampoco quiere que se olvide aquel 14 de marzo la asociación de pacientes de la enfermedad en la región. Hoy es su día de reivindicación, para que la pandemia no deje atrás a aquellos que siguen viviendo con las secuelas del COVID. La portavoz, Estefanía Callejas, apuntó que llevarán a Toledo su petición de mejoras para las consultas abiertas de esta enfermedad, que se pusieron en marcha hace un año, y para recordar que no hay explicación a lo que les ocurre aún. Se habla de secuelas, pero sin saber los motivos del dolor y síntomas que padecen estos pacientes.

Beldad anda con bastón a sus 40 años, «la pierna derecha no termina de coger fuerza» y se siente como si estuviera atrapada en una mujer mayor. De hecho, tuvo que cambiar de vida, dejar su piso, ante la imposibilidad de subir las escaleras e irse a la casa de su abuela, en una planta baja, donde le es más cómodo vivir. Su vida está marcada por las consultas al médico, tanto público como privado, y que han ido llenando una carpeta con informes, análisis y pruebas. Su objetivo es encontrar una mejoría por menor a cualquiera de los síntomas. «Los dolores de cabeza han aflojado», gracias a la consulta específica y la medicación. Mientras, ha participado en varios estudios piloto, solo unos días, porque los mareos le impiden conducir.

«Yo digo que no he soltado el coronavirus» argumenta cuando se le pregunta cuántas veces se ha podido contagiar. En sus análisis, de vez en cuando aparece una infección, sin causa concreta. «No entiendo por qué seguimos encontrándonos mal» y, de hecho, apunta que cada vez siente una cosa distinta en esta convivencia desde hace tres años con el COVID.