José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Fantasmas

11/10/2022

Es posible que la escritura sea en el fondo una fantasmagoría. Javier Marías, que se nos acaba de ir, rotulaba su página semanal, hasta el último día, La zona fantasma y tituló una de sus recopilaciones de artículos de 1995, Vida del fantasma. Textos pasados a los que él apostillaba a mano en los márgenes con su pluma de tinta azul, inyectándole una fantasmal anotación o aclaración actual; no en balde su película favorita era El fantasma y la señora Muir, donde el capitán Gregg aguardaba a 'vivir' lo ya 'vivido', a lo que nuestro escritor contestaba que con el tiempo algunas cosas se viven sólo para recordarlas, o acaso, digo yo, exclusivamente para escribirlas, para contarlas, puesto que solo lo contado existe.

Nos va diluyendo el tiempo hacia una percepción fantasmal de lo real, de sus personajes, de las actualidades efímeras que percuten mentirosas en nosotros, donde lo vivo y lo pretérito se entrelazan confundidos. Así me sumerjo estos días en internet, entre las tinieblas luminosas y acronológicas de YouTube y asoman, por ejemplo, diálogos antológicos entre Jesús Quintero y Antonio Gala —vean el de 2013, Canal Sur—, donde se diluyen las fronteras fantasmales. ¿Quién vive?, ¿quién habita ya el inframundo?, ¿el mejor y más inspirado entrevistador que ha dado la Transición o el escritor entonces de lengua literaria más afilada del que ha tiempo no sabemos nada? El Loco que ha muerto casi arruinado y se peleaba —en otro vídeo de 2017— a gritos con el periodista radiofónico Carlos Alsina, porque las entrevistas, decía Quintero, ya no eran posibles, son otra cosa, y para nada le atraía entrevistar a políticos.

¿No es una aparición fantasmal la de esos colegiales del Elías Ahuja que abren en la noche simultáneamente todas las ventanas para gritar gamberradas de adolescente bobo a sus amigas del vecino colegio Mónica, nada escandalizadas ellas, como si las zafias novatadas no terminaran nunca, y producen una hipócrita, fantasmagórica, alarma nacional? Vivimos solo porque recordamos, y uno, cual fantasma becario, ronda por mis dos cursos universitarios en un colegio mayor de esa misma calle madrileña, en los finales 70, donde alguna diversión era también los gritos a los vecinos por el color (negro) de su edificio y las novatadas se producían, aunque fueran asambleariamente tildadas de fascistas.

Ya no asustan a nadie los fantasmas a estas alturas. Los buscamos y dudamos cuando creemos encontrarlos. Se esconden y reaparecen al cabo de los tiempos con una lozanía envidiable. Fantasmas inquisidores, pérfidos salvadores de almas. Saben camuflarse y son, como buenos fantasmas, eternos, claro que no siempre tienen cerca alguien con los ojos y la belleza de Gene Tierney —aunque enamorados, no se pueden rozar—, en esa película tan desoladoramente lírica.

ARCHIVADO EN: Youtube, Canal Sur