Una Diada con más grietas que nunca

G.F.A. (SPC)
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El cisma abierto por la Mesa de Diálogo, la traumática destitución de Laura Borràs o las divergencias conspiranoicas por los atentados yihadistas de Cataluña, dividen al independentismo en su gran jornada

Una Diada con más grietas que nunca - Foto: EFE/Alberto Estévez

Cataluña celebra hoy la Diada, una festividad que, como ya es tradición, vendrá marcada por una nueva exacerbación del sentimiento independentista pero este año también llega señalada por la constatación de que las grietas en el Govern entre los dos socios del Ejecutivo, Junts y ERC, amenazan la integridad del movimiento secesionista. 

Parece claro que este 11 de septiembre no será uno de tantos. Hay quien ya la ha definido como la Diada de todos contra todos. Las fracturas se visibilizan con más fuerza que en la edición del año pasado, cuando se evidenció la división entre los líderes del procés debido a la Mesa de Diálogo con el Gobierno; un cisma que sigue abierto. Las imágenes no dejaron lugar a dudas: Pere Aragonès (ERC) fue recibido entre aplausos y gritos de «presidente» por parte de unos y abucheos y acusaciones de «traidor» por otros. Incluso Oriol Junqueras recibió su ración de pitos.

Un año después, el soberanismo acusa aún más el desgaste e incluso se le nota una pérdida de fuelle como revela el último sondeo del CEO de la Generalitat, el CIS catalán. 

¿Hay una explicación a la gradual desafección hacia los postulados independentistas? Las discrepancias entre los principales socios del soberanismo se han convertido en una grieta tan ancha como para amenazar la estabilidad de esta opción política. Y de esa división endémica en el secesionismo catalán parecen nacer todos los motivos.

La reciente destitución de Laura Borràs, la representante de Junts que fue presidenta del Parlament, mostró bien a las claras todo este mar de fondo. En ese complejo universo donde es muy fácil ser tachado de traidor a la causa -los botiflers como allí se denomina despectivamente a quien no comulga con la doctrina oficial- no extrañó que el rechazo de ERC y la CUP a blindar a Borràs en su puesto ahondara todas esas discrepancias. 

 La suspensión de la mujer de confianza de Puigdemont por presuntamente beneficiar a un amigo cuando presidía la Institució de las Lletres Catalanes hizo estallar todo ese magma subterráneo.

Una herida por la que aún sangra el independentismo. Fue un episodio traumático donde Borràs se proclamó como víctima de la política española y no tuvo reparo en acusar a sus compañeros de la Mesa de la Cámara de «jueces hipócritas». «Han aplicado el reglamento del enemigo», les lanzó. 

A partir de ahí, los desencuentros continuaron. Hace apenas dos semanas, la dirección de Junts dio un ultimátum de tres semanas al presidente de la Generalitat para que «reconduzca» su plan para encarrilar la independencia de Cataluña o, de lo contrario, someterá a sus bases la continuidad en el Ejecutivo. La sintonía entre los dos socios de la coalición no atraviesa su mejor momento. Es evidente. 

Y por si había alguna duda se reflejó también en el último homenaje a las víctimas de los atentados yihadistas ocurridos en Cataluña en agosto de 2017, una tragedia que se saldó con 16 muertos y más de un centenar de heridos.

Resultó sorprendente, en cualquier caso, que ni siquiera un acto de un gran calado emocional como este pudiese escapar a la división política catalana, a sus tensiones y a sus luchas internas.

La suspendida Laura Borràs no dudó en apoyar y actuar de altavoz de un grupo de manifestantes que rompieron el minuto de silencio por las víctimas con proclamas conspirativas sobre la autoría del atentado. La dirigente de Junts aprovechó que estos afines la jalearon al grito de «presidenta» para reivindicarse. Un gesto que provocó la indignación general de las víctimas y de sus familiares, así como la repulsa de partidos y representantes institucionales. Incluso Junts per Catalunya se desmarcó de ese boicot que Borràs respaldó.

El secesionismo se asemeja ahora a una olla a presión que puede estallar en cualquier momento y la Diada no será ajena a su ebullición.