La vida vuelve a brotar en Bucha

Agencias-SPC
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Un escuadrón antiminas busca las miles de bombas plantadas por Rusia en una ciudad que quiere resucitar tras la matanza de civiles

La vida vuelve a brotar en Bucha - Foto: MIGUEL GUTIÉRREZ

Bucha se convirtió hace unas semanas en el corazón de la barbarie. Durante algo más de un mes, las tropas rusas ocuparon la ciudad, situada a escasos 30 kilómetros de Kiev y, tras la salida de las fuerzas ocupantes a principios de abril se descubrió una brutal realidad: la matanza de al menos 400 civiles a manos de los soldados invasores, tal vez la mayor masacre documentada en estos dos meses de guerra sobre Ucrania.

Mientras la localidad trata de recuperarse de este brutal desenlace y sigue llorando a sus muertos, los habitantes de esta ciudad sueñan con volver a sus casas y a recuperar, de alguna manera, sus vidas. Pero, para ello, es indispensable una importante labor de limpieza de la zona, donde las tropas enemigas plantaron miles de minas antes de replegarse. Y, para que la vida vuelva a brotar en esa maltratada urbe, el escuadrón liderado por Norislav inspecciona las viviendas y el terreno para detectar y destruir esos explosivos.

A sus 23 años Norislav es el jefe de su grupo de expertos, uno de los cinco que operan a diario en la ciudad desde que fue liberada para encontrar todos estas bombas que las tropas rusas plantaron tras cometer una de las mayores masacres contra la población civil.

Aunque no hay datos oficiales de los explosivos que ya han sido eliminados en Bucha, una pequeña ciudad al noroeste de la capital Ucrania, el equipo de Norislav por su cuenta detecta y destruye unas 600 cada día, asegura este joven especialista en minas originario de la región oriental de Lugansk, donde la guerra ya estaba presente desde 2012 y ahora es uno de los grandes objetivos de la ofensiva rusa.

Unos 30.000 de los 35.000 habitantes de Bucha huyeron antes de que las tropas rusas entraran a la ciudad y arrasaran con todo. Mataron a sangre fría, violaron, destruyeron los sistemas de abastecimiento de agua, gas y electricidad, y saquearon tantas propiedades como pudieron, dejando minas a su paso.

Por eso, el equipo de Norislav se tiene que desplazar a diario a decenas de apartamentos y casas, para asegurar que las viviendas son seguras antes de que los vecinos vuelvan a casa. «El acceso a la ciudad está restringido, solo los residentes pueden entrar, pero tenemos que revisar sus viviendas antes», asegura.

Reconstrucción

Vladislau, de 57 años, espera al escuadrón antiminas frente a la casa de su hermana, que fue ocupada por soldados rusos durante casi un mes y teme que dentro dejaran explosivos. «No han encontrado nada», afirma aliviado después de que el escuadrón peinara la zona. Su hermana huyó al quinto día de la ocupación de Bucha porque su hija va en silla de ruedas y eso dificultó la evacuación. Ahora ella se encuentra en Francia, pero Vladislau asegura que volverá a la ciudad cuando la guerra termine: «Vamos a reconstruir la casa. Hay que poner nuevas puertas y ventanas, pero mi hermana quiere volver», asegura.

En otro edificio a las afueras de Bucha, Polina y su marido también han llamado a la unidad antiminas para que revisen su apartamento, donde las tropas rusas establecieron una suerte de base de operaciones. «Los rusos entraron al edificio y vinieron aquí. Los de alto rango durmieron en los pisos, como en el nuestro, y los soldados se quedaban en los pasillos», asegura desde su domicilio, donde ahora podrá intentar recuperar su vida.