La reválida del ingeniero

Diego Izco (SPC)
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Manuel Pellegrini aterrizó en el banquillo del Betis la temporada pasada. - Foto: AFP7 vía Europa Press

Otra vez en lo alto (su Betis es tercero) y apenas se le ha escapado una mueca. Está en puestos de Champions, es el segundo equipo más goleador, otra puerta a cero ante un equipo fuerte, victorias ante Barça y Real Sociedad, tiene al máximo goleador nacional (Juanmi)... ¿Con qué se queda?, le preguntaron el pasado domingo. «Con ganarle al Talavera en Copa» fue su respuesta. 

Tiene la mirada triste, un ojo perdido y el discurso pausado, y puede que por ese motivo no posea el predicamento de otros técnicos más voceras, mediáticos, escandalosos o alborotadores. Manuel Pellegrini tiene la pinta de llegar a entrenar con un viejo maletín portafolio de cuero con las tácticas dibujadas a lápiz y una pieza de fruta, y sonreír a duras penas cuando las cosas salen bien. El viejo profesor (68 años) vive su enésima reválida, saltando de examen en examen como si tuviese que seguir demostrando algo después de 33 años sentando cátedra en los banquillos. 

Un tipo metódico de serie: era diestro... pero desde pequeño e incluso en categoría profesional entrenó a conciencia su pie izquierdo para convertirse en un aseado defensa zurdo con 13 temporadas en el Universidad de Chile (el cuarto jugador con más partidos en la historia de 'La U'). 

"Un tipo frío"

Pero el 'jugador del montón' empezó a ser un 'distinguido entrenador'. Pudo tirarlo todo por la borda en su primer año (1988), cuando agarró el banquillo del equipo de su vida... y descendió por primera y única vez en su vida a Segunda División. Tal vez por ese motivo Chile, su país, no se haya tomado muy en serio al 'Ingeniero': «Cuesta enganchar con Pellegrini. Es un tipo muy frío, quizás por eso -decía el periodista Víctor García -. Si preguntas en Chile, la gente está más con Bielsa (argentino, seleccionador de la selección de 2007 a 2011), mientras que Pellegrini vino de otro 'segmento social', de la alta alcurnia, y de algún modo eso no le conecta con el pueblo». Ha necesitado más de tres décadas de trayectoria para que su país sea ahora un poquito 'pellegrinista':los partidos del Betis tienen especial seguimiento más allá de los Andes, y ya hay quien le reclama para un último servicio desesperado con una selección a la deriva. 

Pero primero ha tenido que ser profeta lejos de casa. En sus primeros años demostró su categoría y obtuvo Ligas con Quito, con River Plate y con San Lorenzo de Almagro, la Copa Interamericana con Universidad Católica y la Mercosur de 2001 con San Lorenzo. 

El salto a Europa estaba listo y la primera parada, un pueblito pequeño para empezar a soñar en grande: puso al Villarreal en el mapa (aquellas semifinales del penalti de Riquelme en 2006, aquel subcampeonato en 2008) y tanto mérito acumulado le valió para firmar por el más grande, un Real Madrid donde añadió canas y disgustos como el 4-0 del 'Alcorconazo'. 

Éxitos no reconocidos

Necesitaba otra reválida y el Málaga se la ofreció: obtuvo la mayor cantidad de puntos de su historia, lo metió en Liga de Campeones y alcanzó los cuartos de la polémica (2013), eliminado injustamente por el Dortmund. El City, otro peldaño más: dos Copas y una Premier, unas semifinales de Champions en 2016... 

Y, sin embargo, todo ese currículum, todo ese cartel ganado a pulso, no le bastó para quedarse en la élite, como sí sucede con otros técnicos más voceras, mediáticos, etcétera. Fue a China para dirigir al Hebei Fortune, volvió a Europa de la mano del West Ham y finalmente aterrizó de refilón en un Betis que en la 20/21 quería frenar la sangría de goles y mirar el descenso a los ojos. Dicho y hecho, plaza europea el primer año y un tercer puesto momentáneo el segundo: nadie creía en un equipo que en una semana clave fue arrollado por el 'Atleti' (3-0), el Leverkusen (4-0) y el Sevilla (0-2)... pero desde entonces han sido seis victorias en siete partidos (una derrota intrascendente en Glasgow) y el equipo vuelve a jugar con la alegría que nace de la libreta del 'profesor', no de su sonrisa.