Un futuro tras perder toda la vida en un día

Hilario L. Muñoz
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Tatiana Bovkunenko es una de las primeras ucranianas que llegó a Ciudad Real al inicio de la guerra el 24 de marzo. Tras un año sigue luchando por abrirse paso como refugiada

Un futuro tras perder toda la vida en un día - Foto: Rueda Villaverde

Hay tantas historias como ucranianos han venido en España, cada familia es diferente y no hay dos historias iguales o parecidas», pero todas ellas tienen en común la guerra. Basta con imaginar que mañana, hubiera que dejar todo atrás, la casa, el trabajo, la familia, los amigos; marcharse con una maleta y sus hijos, como hizo Tatiana Bovkunenko, quien hace esa reflexión, y que salió en marzo del año pasado de su país junto a sus dos hijos, Yaroslava y Volodymyr. Los tres fueros viajando de ciudad a ciudad, «no había sitio donde quedarse», y al final acabaron llegando desde su ciudad natal, Jarkov, a la frontera. Sin saber muy bien qué hacer, Tatiana acabó en España, donde tenía una amistad que le ayudó a acercarse a Cruz Roja y entrar en el programa de refugio, en el primer grupo que llegó a Ciudad Real al inicio del onflicto que este viernes cumple su primer año.  

«Nunca había salido fuera de Ucrania», explica esta joven de 37 años. Fue su exmarido el que la empujó a ese viaje con sus dos hijos adolescentes, 14 y 15 años tienen cada uno, y que ahora cursan la ESO. Al llegar a España, Tatiana tuvo una depresión porque «había perdido todo». De repente se vio en España sin «ropa, sin planes, sin nada» lo que le hizo desesperar antes de empezar a planificar su vida.

De hecho, si se le pregunta por el futuro sueña con volver a trabajar como ingeniera química, lo hacía en la industria farmacéutica. «No me veo trabajando de otra cosa», comenta. De hecho, su idea es quedarse en España, en un país que la «ha arropado y dado fuerzas» y, sobre todo, le ha hecho creer que «la vida sigue». «Mi ciudad sigue igual o peor de lo que estaba hace un año y ahora mismo allí no hay nada para mí». «Me gusta estar aquí y me gusta la gente», por lo que se está «esforzando» en aprender el idioma.

Un futuro tras perder toda la vida en un díaUn futuro tras perder toda la vida en un día - Foto: Rueda Villaverde

Ellos, adolescentes, no comprenden los motivos por los que han perdido cada aspecto de su vida, desde sus amigos a sus clases. «Los niños no entendieron la magnitud de lo que estaba sucediendo  cuando nos fuimos» y, por ese motivo, llegaron a España sin ser conscientes del cambio de vida al que se enfrentaban. «Estoy contenta de que estén estudiando, que tengan una oportunidad, en vez de estar bajando cada dos por tres al sótano, para resguardarse de un bombardeo o de los disparos». De hecho, en la idea de sus hijos aún está el regresar, porque tienen amigos y a su padre en el país. Tatiana también tiene familia allí, en concreto su hermana, que cuida a su madre, que ha sufrido un ictus, y que no tienen interés en salir.  

Familia ampliada. Tatiana, Yaroslava y Volodymyr  viven en Daimiel en una vivienda que comparten con Gennadii Nagurskii y Oksana Nagurska, un matrimonio que llegó en octubre a España. Ambos eran de Kiev, pero él se quedó atrapado en plena zona de guerra, Lugansk, cuando fue a visitar a sus familiares. Los cinco forman una amplia familia que comparten un piso de Cruz Roja para refugiados, cada uno con su espacio y con un salón compartido desde el que reiniciar su vida.

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Oksana estaba en Kiev y Gennadii salió de Lugansk cuando Rusia hizo un  referendum en la zona. Llegó a Polonia y después la pareja viajó a España, donde confían en que les visite, en algún momento, su hija, que estudia en Estados Unidos, con una beca por ser una deportista de élite, en el tenis, deporte en el que Genadii es entrenador profesional. «Nos gusta estar aquí y si hubiéramos sabido que íbamos a estar tan bien habríamos salido antes del país», reflexionan, observando el reflejo que supone Tatiana, que rompe poco a poco la barrera del lenguaje y que un año después trata de recomponer su vida con lo poco que logró sacar al tratar de sobrevivir a una guerra de la que se divisa su final.