"Cuando ocurre una desgracia, la gente necesita un culpable"

A. Criado
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El primer positivo de COVID de la provincia, un vecino de Tomelloso, asegura que se montó «un gran bulo» en torno a su contagio, con rumores que «estigmatizaron» a toda su familia: "Cuando ocurre una desgracia, la gente necesita buscar un culpable"

Entrada a Urgencias del Hospital de Tomelloso - Foto: Rueda Villaverde

El primer caso positivo de coronavirus en Ciudad Real fue detectado en Tomelloso. El 4 de marzo, la directora gerente del Sescam, Regina Leal, explicó que se trataba de un varón de mediana edad que se encontraba en su domicilio con síntomas leves y que pudo haberse contagiado durante un viaje realizado en días precedentes al norte de Italia, una de las regiones de Europa más castigadas durante la primera ola de la pandemia. Fue una noticia que causó un gran revuelo en esta localidad manchega y que el propio protagonista se apresuró a desmentir cuando aún se encontraba en casa recuperándose de la enfermedad. Todavía hoy, en declaraciones a La Tribuna, pide que no se le identifique por su nombre o profesión por la «estigmatización» a la que se vio sometida toda su familia.

Un año después, el primer paciente de COVID-19 de la provincia insiste en que se montó «un gran bulo» en torno a su contagio. Rumores que corrieron como la pólvora por las redes sociales: «Cuando ocurre una desgracia, la gente, sobre todo la más inculta, necesita buscar un culpable». Afirma que él no viajó en aquella época a Italia, que su último destino fuera del país fue Bélgica en navidades. La que sí estuvo en Milán fue su pareja con unas amigas y ninguna de ellas tuvo síntomas, además de dar negativo en las pruebas que se realizaron a su regreso. De hecho, añade, el día que volvieron a España ya se encontraba malo. «Llegaron incluso a decir que fui a ver el Atalanta-Valencia, cuando soy del Real Madrid y no me gasto el dinero ni en ir al Bernabéu», apostilla. El alcalde de Bérgamo calificó aquel encuentro de Champions como una «bomba vírica».

Aunque nunca sabrá con certeza el origen de su contagio, está convencido de que se produjo una noche de Carnaval que salió de fiesta con un amigo, que posteriormente se hizo un test que reveló que tenía «los anticuerpos por las nubes». Explica que Tomelloso es un pueblo grande y con mucho movimiento, con mucha gente que va y viene de Madrid para trabajar, por lo que el foco, en aquellos momentos iniciales de psicosis e incertidumbre, pudo estar en cualquier sitio. De lo que sí está seguro es que los rumores partieron del propio hospital: «Antes de que me comunicaran el positivo, me habían mandado varios mensajes para decirme si me había hecho la prueba, y a mi pareja ya le habían preguntado también en el supermercado si yo estaba mal». Afortunadamente, tras varios días de aislamiento en su casa, pudo recuperarse, pero su caso solo fue la punta del iceberg de lo que estaba por venir.

Tres vecinos pasan junto a la Posada de los Portales, en plena Plaza de EspañaTres vecinos pasan junto a la Posada de los Portales, en plena Plaza de España - Foto: Tomás Fernández de Moya

Desde aquel 4 de marzo la curva de la epidemia no paró de crecer en Tomelloso. Las 14 muertes de mayores en la residencia Elder hicieron saltar todas las alarmas y confirmaron que la localidad estaba siendo uno de los focos de contagio comunitarios más importantes de la región. Los profesionales sanitarios consultados por este periódico pusieron en la diana a una familia que viajó a Haro (La Rioja), una de las zonas cero de España, y que a su regreso acudió al Centro de Salud II con síntomas claros. Sin embargo, los médicos en ningún momento fueron advertidos por estos pacientes de haber estado en una zona de riesgo. Días después, el propio presidente regional, Emiliano García-Page, afirmó públicamente que una sola persona, un vendedor ambulante que viajó de Tomelloso a Haro, pudo contagiar a entre 30.000 y 50.000 personas en menos de 12 días. Unas declaraciones que pusieron en el punto de mira a la ciudad, calificada en algunos medios como la ‘Wuhan de La Mancha’.

La Tribuna contactó con Nicolás de la Rosa, pastor de la Iglesia Evangélica Filadelfia. Un hermano, una cuñada y dos sobrinos, que vivían en una casa contigua a la suya en la calle Los Olivos, fallecieron a causa del coronavirus. Nicolás vivió el pasado año entre el duelo por estas pérdidas y el hartazgo por tener que desmentir hasta la saciedad que no tenían nada que ver con el famoso entierro de Haro. «Siempre buscan un chivo expiatorio y en este caso les ha tocado a los gitanos», explicó a las puertas de su casa, en presencia de su mujer. Aseguró que nunca habían viajado a la localidad riojana («no sabía ni dónde estaba») y que no se dedicaban a la venta ambulante.
Residencia Elder. El 14 de marzo fue decretado el estado de alarma y surgieron comentarios y bulos, como que la Unidad Militar de Emergencia (UME) intervendría la residencia de mayores Elder. En redes sociales, su director, José Manuel Sampedro, argumentó que todo estaba controlado y se puso a disposición de aquellos que necesitaran información. Sin embargo, en las 24 horas posteriores, se conocieron las primeras muertes en el centro geriátrico. Avanzada la noticia por este diario, en un primer momento el director reconoció siete fallecimientos durante el fin de semana, tres confirmados por coronavirus. Pese a la insistencia de que podían ser hasta 10, el responsable lo negó, hasta que horas más tarde, en declaraciones a televisiones nacionales, elevó la cifra a 16. Fue la propia la Junta la que, ante las acusaciones de desatención, confirmó 14 muertes por el COVID-19 y anunció acciones legales contra el director.

Finalmente, el Gobierno regional tuvo que asumir la gestión de la residencia, que registró más de 70 fallecidos entre marzo y abril, según datos de la propia Administración autonómica. Además, un grupo de familiares de residentes fallecidos denunció en los tribunales al director del centro, que tendrá que declarar ante el juez en calidad de investigado por presuntos delitos de homicidio imprudente y omisión del deber de socorro. Ahora, un año después de la llegada del virus a la provincia, Sampedro rehúsa hacer declaraciones acerca de lo acontecido en aquellos dramáticos meses. Sí confirma que actualmente «todo está bien» y que tanto los mayores como los trabajadores han recibido ya las dos dosis de la vacuna.

La situación en Tomelloso nada tiene que ver hoy con lo acaecido durante la primera ola de la pandemia, pero lo vivido aquellas semanas ha dejado una profunda huella en sus vecinos. José Antonio Larios, que regresa a su casa por la plaza Mayor tras un breve paseo por el centro, reconoce que todavía hay mucho miedo: «El COVID nos ha tocado a todos de cerca, si no con un familiar, con alguna amistad o algún conocido». Está jubilado y solo sale a la calle «para lo imprescindible» y aunque comprende el recelo que existe con las vacunas, se aferra a esos dos pinchazos para volver a una situación de normalidad. «Tomelloso, por desgracia, se convirtió en noticia a nivel nacional por el número de fallecimientos, pero luego está también la crisis económica y toda esa gente que se ha quedado en el paro», apostilla.
Richi Medina es un claro ejemplo de los daños colaterales de la crisis del coronavirus. Alquiló un local en plena plaza de España y tras una serie de reformas, abrió al público la Cafetería La Manchega. Solo un año después se vio obligado a cerrar y ahora, con la relajación de las medidas sanitarias, intenta sacar su negocio a flote poco a poco. «Ha sido un año muy duro y doloroso por tener que cerrar por estas circunstancias y también por ver cómo mis empleados no llegaban a fin de mes porque no les ingresaban las ayudas de los ERTE», explica este joven hostelero, que agradece la comprensión del arrendador y las facilidades dadas para el pago del alquiler.
Se ha podido mantener «gracias a los ahorros», con los que también ha echado una mano a sus empleados con adelantos, «para que pudieran llenar el carro de la compra o pagar los alquileres». Afirma, en este sentido, que las ayudas articuladas por las distintas administraciones «tienen luego mucha letra pequeña y unos requisitos que son muy complicados de satisfacer». Asimismo, Richi Medina critica la estigmatización de la hostería durante esta crisis sanitaria y los agravios comparativos con otros sectores: «Desinfectamos, hay ventilación y limpiamos por las noches y por las mañanas, mientras que en las grandes superficies entra todo el mundo y toca con las manos los mismos productos, y ellos podían abrir y yo no».
Volver a nacer. Por si fueran pocos quebraderos de cabeza, las garras del virus también se cebaron con su madre, aunque afortunadamente, después de tres meses ingresada, se pudo recuperar. También lo ha hecho el periodista Francisco Navarro, que a partir de este año celebrará un segundo cumpleaños todos los meses de marzo: «He vuelto a nacer y no es una frase hecha, es la pura realidad. La doctora le dijo a mi mujer que si era creyente, rezara lo que supiera». El 18 de marzo, en plena primera ola, ingresó en el Hospital de Tomelloso y a los dos días le dijeron que si no hacía por respirar, «pasaría a la UCI intubado». Y lo consiguió, buscó técnicas de respiración, mejoró poco a poco y le trasladaron a planta. Con el tiempo vio las radiografías de sus pulmones, los dos blancos, y se reafirmó en la necesidad de celebrar su segundo nacimiento.
Aquellos fueron días «negros y dolorosos» en el hospital tomellosero: «Por deformación profesional, estaba siempre con el oído puesto y se oían frases como desinfecta la habitación de fulanito que nos ha dejado, o ya podéis tirar la ropa de menganito que ha fallecido». Francisco Navarro solo tiene palabras de agradecimiento para los profesionales sanitarios, que aquellos días «iban a muerte con los pacientes y no les llegaban las manos». «A pesar de la caótica situación, siempre con una palabra de ánimo y consuelo», sentencia.