José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Dormir, soñar

14/03/2023

Dormir es una de las más recurrentes obsesiones del hombre contemporáneo posindustrial. Es un misterio y un secreto. Lo primero, porque nadie sabe cómo solucionarlo del todo, y lo segundo, porque nadie lo cuenta. Dormir a pierna suelta. Como un tronco. Como lirones. Dormir, roncar, tal vez soñar. ¿Pero quién duerme de verdad en este país? La radio nocturna, por ejemplo, es un hervir de insomnes más o menos felices o resignados, de trabajadores de guardia y de osados madrugadores. 
Para no dormir hay que estar muy descansado o demasiado cansado, de cuerpo o de mente, cargado de preocupaciones o de ocupaciones, atosigado por esa rumia estresante de jornadas exigentes y presiones sin fin. No duermes cuando el día te ha excitado y cargado de adrenalina, pero tampoco si no has dado palo al agua. Acostarse con el móvil y las pantallas encima es lo peor para que esa hormona de moda llamada melatonina acuda en ayuda del hombre horizontal. Por supuesto, vidas descafeinadas y cenas ligeras, ¿una frugal colación? A don Quijote «del mucho leer y el poco dormir se le secó el cerebro de tal manera que vino a perder el juicio», lo citaba David Jiménez en El mal dormir (Libros del Asteroide), un ensayo sincero, profundo y ligero a su vez, como el sueño maldurmiente de su autor.
El sueño limpia el cerebro, repara y restaña, actúa como el interruptor que hace la vida discontinúa, y, por tanto, vivible por olvidadiza. Dice la OMS que la falta de sueño es una epidemia silenciosa. Los expertos aseguran que entre siete y ocho horas está bien, pero suena algo utópico para muchos, ¿no? He envidiado siempre a quien se dormía enseguida en los viajes y un amigo, si le venía la modorra nocturna al volante, se paraba en el primer sitio adecuado y reemprendía la marcha, nuevo, tras una cabezadita casi automática. La farmacéutica japonesa Otsuka puso en marcha un proyecto al efecto para sus empleados que aumentó la productividad y rebajó el estrés. Las empresas españolas más importantes cuentan con programas especiales para la salud mental de sus empleados, y compañías como Nike o Google tienen para los trabajadores salas por si necesitan echar un sueño a mitad de jornada. ¿Qué habría que hacerle a quien inventó la bendita siesta, sobre todo en verano? Es que no dormir lo suficiente es insano y enfermizo, y los españoles, con estos horarios de ocio y restauración, de vida en la calle y de programas televisivos a horas marcianas, no parece que estemos en la mejor disposición de rendirnos al dios Morfeo.
De la vigilia como tortura nocherniega inexplicable al sublimado juego del placer entre sábanas, llegará algún día/noche en que durmamos en los laureles imposibles, mientras nos arrulla el susurro apenas de una canción de cuna.