Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Cuando la ira toma las calles

18/01/2023

Cuando la política toma las calles y no es con motivo de reivindicaciones justas y fácilmente explicables, es preciso activar las alertas. Máxime cuando tales manifestaciones adquieren el carácter de airadas y en ellas se escuchan gritos pidiendo, a sabiendas, cosas imposibles, procurando acaso exacerbar un clima crispado. Ocurrirá este jueves en Barcelona, donde los independentistas --menos el president de la Generalitat, que es el anfitrión-- protestarán contra la celebración de la 'cumbre' hispano-francesa en la Ciudad Condal. Y, con carácter y orientación radicalmente diferentes, sucederá este sábado en Madrid, en la plaza de La Cibeles, frente al Ayuntamiento. Allí, Vox y organizaciones afines lanzarán sus cohetes verbales contra el Gobierno, dicen ellos que 'ilegítimo', de Pedro Sánchez.
Primero, lo de Vox. La formación de Abascal parece cada día más distanciada del Partido Popular de Feijoo, hasta el punto de que el nuevo portavoz de los 'populares', Borja Samper, ha acusado a Abascal de ser "un chollo" para La Moncloa. Lo dijo, claro, a cuenta del rebufo de la precipitada iniciativa del vicepresidente de la Junta de Castilla y León, el 'voxista' Juan García Gallardo, tratando de imponer un presunto 'nuevo protocolo' para dificultar el aborto. Un maremoto en un vaso de agua, la verdad, porque hoy ya nadie recuerda los términos en los que originalmente se planteó ese 'protocolo' por parte de alguien, García Gallardo, que admitió, claro, no tener demasiado conocimiento sobre embarazos.
El tema no tendría mayor recorrido si no fuese porque ha puesto en un aprieto al presidente castellano-leonés, Fernández Mañueco, y en general al PP, al que los socialistas y 'Podemos' han aprovechado para atacar a fondo por esta siempre sensible cuestión del aborto: en campaña electoral, toda desmesura vale para la contienda. Y el tema, de paso, ha retratado las dificultades que un pacto de gobierno PP-Vox tendría en el futuro. Veremos cómo se resuelve esta nueva 'metedura de pata' (lo he escuchado en la sede del PP) de García Gallardo, quien ya pronostiqué que daría 'tardes de gloria' a los titulares de prensa cuando le pregunté por qué calificaba de lacayos' a los periodistas y me dio una respuesta bastante 'chulesca', si se me permite la expresión. Y, además, equivocada.
Lo que ocurre es que este episodio sobrevolará la manifestación de Vox y aliados el sábado, y dará la oportunidad a La Moncloa de erigirse de nuevo como el principal contrincante del partido de la ultraderecha y el principal valedor de la igualdad de la mujer, mientras forzará al PP a quedarse en casa rumiando su descontento con los de Abascal. Feijoo quiere, consta, ser una oposición más o menos moderada frente al 'sanchismo', mientras la 'lideresa madrileña' Díaz Ayuso se lo permita con algunas de sus salidas de tono. Pero Vox, convocando a las calles a los anti gobierno más furibundos, dificulta esos planes. Sospecho que desde la sede de Génova se producirán nuevos distanciamientos respecto de la formación de Abascal, quizás hasta el punto de romper el acuerdo con Vox en Castilla y León o, al menos, de intentar prescindir de García Gallardo, siempre un conflicto potencial con sus 'pasadas'.
Lo de la otra manifestación, la del jueves, tiene un carácter, ya digo, muy diferente, pero un factor común con la de La Cibeles: está dictada por la ira. Y si Vox va a pedir un imposible, la salida del poder de Sánchez al margen de las urnas, los manifestantes en Barcelona pedirán otras quimeras, como la autodeterminación y la independencia: "no somos ni España ni Francia", gritarán, temo que haciendo las delicias de la prensa gala, encantada, lógicamente, con las evidentes contradicciones políticas que se viven en Cataluña y con el error del Gobierno central, convocando en tan delicado terreno el encuentro de Sánchez con Macron y sus ministros.
Ambas manifestaciones son sendas equivocaciones, a mi juicio. La primera, porque mostrará, para desesperación de la Generalitat, la escasa fiabilidad de Cataluña para albergar actos 'de Estado'. La segunda, porque patentizará la soledad del populismo, que ya no podrá repetir la 'foto de Colón'. En eso, en la soledad de los convocantes, coincidirán ambas. Lo malo es que se trata de una soledad disimulada por la concurrencia de unos cuantos miles de personas, que de nuevo mostrarán que, en un país ansioso de moderación, la crispación anida sobre todo en Barcelona y en Madrid, dos focos ocasionalmente airados.