Seis meses en el infierno

SPC
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El 24 de febrero Rusia bombardeó varias ciudades del Donbás y desató la caja de los truenos; una guerra en pleno corazón de Europa, anacrónica para el S. XXI. Desde aquel día no ha habido respiro para un país que lucha por su libertad

Cientos de civiles, incluyendo familias enteras, fueron asesinados en Bucha a principios de abril. Sus cuerpos se encontraron maniatados y abandonados en las calles tras la retirada rusa de la ciudad. / EFE - Foto: ROMAN PILIPEY

El 24 de febrero cayeron las primeras bombas. Kiev, Járkov y Dnipró temblaron y empezaron a arder. Entraron en un infierno al que luego llegaron Mariúpol, Chernígov, Leópolis, Irpín... La amenaza de Rusia se había convertido en una realidad que dejaba a su paso un reguero de muertos, de destrucción, de desolación, de caras de desesperación que trataban de huir de la metralla de los tanques comandados por el Ejército del Kremlin. 

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, arrancaba así una hoja de ruta demencial alimentada por el ansia de poder y la supuesta amenaza de la OTAN de acercar su influencia a las exrepúblicas soviéticas. Una excusa más, como la de «desnazificar» un país del que ya se había anexionado la península de Crimea en 2014.

A lo largo de estos seis últimos meses, Ucrania ha plantado cara a su Goliat, que no ha escatimado esfuerzos en ataques bárbaros como la masacre de Bucha, donde recién estrenado abril aparecieron más de 400 cadáveres de civiles en lo que se ha denunciado como un genocidio.

Ese mismo mes Mariúpol copó los titulares y se convirtió en uno de los núcleos de la lucha. Rusia se hizo con su puerto, clave para la navegación en el mar Negro. La ciudad cayó en manos prorrusas el día 21, con una excepción, la acería Azovstal, símbolo de la resistencia ucraniana. Los soldados locales no se rindieron hasta casi un mes después.

El propio presidente ucraniano, Volodomir Zelenski, ha sido uno de los factores revelación en esta contienda. Lejos de pensar en abandonar el país y refugiarse en cualquier estado vecino, el mandatario resiste en su territorio y arenga a los suyos: «Solo levantaremos los brazos con la victoria». Su papel ha sido clave también a la hora de conseguir que la comunidad internacional no se olvide de este conflicto en el que participa de manera indirecta con el envío de armamento e imponiendo unas sanciones internacionales contra Rusia que están teniendo consecuencias planetarias en forma de crisis energética y de escasez de cereales.

Cuando arrancó el conflicto se temió que Rusia entrara como una apisonadora en el país invadido, pero medio año después su principal éxito fue el cosechado el pasado julio, cuando tomó Lisichansk y, con ella cayó la región de Lugansk, en el este de Ucrania.

 En la actualidad, la batalla se libra en el entorno de Zaporiyia, donde Rusia está atacando las inmediaciones de la central nuclear más grande de Europa. Ucrania centra su contraofensiva en el sur y, mientras, miles de personas siguen con sus vidas pendiendo de las balas.