Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


Adiós 2022

29/12/2022

Es mi última columna de este 2022. Escribo estas líneas tras una jornada de trabajo tranquila. Estoy en casa, sentada en el suelo, apoyada en el sofá rojo del comedor, y recuerdo la bonita imagen que en esa misma posición me hizo el fotógrafo Pepe Galanes para su proyecto "Poetas con luz ambiente", una realidad hermosa que camina en forma de exposición recorriendo los pueblos manchegos.
Sin querer me doy cuenta de que ya he empezado a pensar demasiado. Ese continuo trasiego de ideas, pensamientos y vivencias que me recuerdan a la gente que no para de entrar y salir de un metro cualquiera; a esas filas que se forman en los comercios para pagar los últimos regalos y que siempre son largas; a ese ir y venir, el de los trenes, el de las olas, el de los amores inacabados, el de los borrachos errantes, el de los enfermos a los hospitales, el de los amantes de libros a las librerías o bibliotecas, el de los versos a las páginas en blanco, el de las caricias en una noche sin hora... Ese ir y venir de la propia vida.
Siempre me ha gustado mirar por la ventana. Me doy cuenta porque es lo que hago en este instante… y siento el peso de la tristeza reflejado en el cristal, y quiero sonreír para que también esa sonrisa se dibuje, para compartir ese equilibrio, para no sentir el desequilibrio que las malas noticias provocan.
Sigo con los ojos abiertos a la vez que intento dar marcha atrás y situarme en la casilla de salida, en ese uno de enero de 2022 que comenzó a caminar, como otros anteriores, tras las doce campanadas del reloj de la madrileña Puerta del Sol. Y voy paseando entre sus días invernales, con mis olvidos, con mis recuerdos, hasta llegar a febrero, a esa primavera, a sus colores, a ese fantástico verano que me llevó de nuevo a Italia, agosto, septiembre, mi cumpleaños, el otoño, la COVID-19, el desgarro, el regreso al periodismo de a pie, la cámara de fotos, las risas… y la pérdida. Cómo duelen las ausencias, cómo se pegan a la piel como ese sol que abrasa; cuánto cuesta reprimir las lágrimas pese a que los recuerdos sean infinitos y maravilloso lo vivido. Y se muere un poco, aunque no se quiera.
Hemos llegado a los últimos números del calendario de este 2022. Pandemia, guerra, alto coste de la vida, familias más pobres, la violación de derechos humanos, intransigencia…También investigación, avances, solidaridad, cultura, triunfos, amor… Me pregunto si existen años buenos y malos. Me pregunto qué me deparará el que está a punto de comenzar, qué nos espera. Me pregunto también hasta qué punto depende de nosotros ese futuro inmediato o del destino. Pero no respondo, no quiero saber las respuestas.
Y sigo mirando mi imagen reflejada en el cristal de la ventana, esa tristeza en la mirada, esa sonrisa en mi rostro. ¿Años buenos y años malos? Adiós 2022.
Y que el 2023 no nos borre la sonrisa.