Aldo Méndez, el narrador hispano-cubano, cumple mañana 20 años desde que se confirmara como tal en una velada en el Compay de Ciudad Real, ya desaparecido.

 «La generosidad y la confianza de Keny (Eugenio Caballero) fueron el disparador de un proceso que supuso la posibilidad de integrarme a la vida social y cultural de Ciudad Real», explica Méndez, quien reconoce que por aquel entonces «yo no tenía ni la voz ni la seguridad ni el repertorio que tengo ahora. Llevaba contando apenas cinco años y fue un reto: susto, miedo, nervios y me lancé al abismo sin calcular los riesgos pero fueron muchos los que arroparon aquel vuelo inconsciente», evoca.

El paso por ese escenario le cambió. «El Compay me ‘amanchegó’ la voz y me integró a una ciudad que fue muy amable, generosa y abierta con mis verdades, mis miedos y me permitió calibrar la verdadera dimensión de mis palabras y mis sueños. Mi sentido de la vida y de la libertad se  consolidaron en esos años», recuerda.

«El día uno de marzo estaré contando a modo de fiesta de cumpleaños y despedida en Oaxaca, México. Y el 5 de marzo regreso a España para contar en la que luego se hizo la casa de mi voz y mis delirios: Pachamama», señala cuando se le pregunta por cómo va a festejar esta fecha.

Su vida es hoy internacional. «Es curioso, pero estar un tiempo breve en tantos sitios (entre siete y nueve países cada año) me ha permitido asumir el estar como un juego y el ser como algo trascendente. Asumo frases, giros, aires, términos… pero la esencia que sostiene y define mis historia es cada vez más sólida», relata.

Méndez sintetiza un mestizaje cultural que también vuelca en Veleta Roja, que para el narrador «ha sido redescubrir matices en mi voz y entender el ritmo y el silencio. Por lo pronto estamos enfrascados en dar a conocer Sonidos que cuentan, definiendo algunos compromisos internacionales y amasando lo que será el segundo volumen de Canciones y palabras.