Cumple 100 años y supera dos pandemias

Patricia Vera
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Teófila cumplió un siglo de vida, en plena pandemia, y rodeada del cariño de los trabajadores de la residencia, a los que pidió que la tarta llegara a todos sus compañeros

Los 100 años de la bondad

Nada menos que 100 años cumplió ayer Teófila Gómez Gómez, Teo para todo el que la conoce, y a falta de visitas de sus más allegados fueron los propios trabajadores de la residencia Nuestra Señora de la Asunción, de Miguelturra, quienes le hicieron un pequeño homenaje. Los cumple en unas circunstancias que no podía imaginarse y puede decir bien satisfecha que ha vencido al coronavirus que ha pasado por ella sin que llegara a mostrar síntomas.

Desde que naciera el 27 de abril de 1920 en Fernán Caballero, ha tenido oportunidad de vivir de todo. Los acontecimientos históricos han pasado por ella sin hacerle mella: las guerras y crisis que han marcado el siglo XX y los inicios del XXI. Ha vivido al menos dos tragedias en su extensa familia: la muerte de su hermana Nieves, cuando era muy joven, y la de su primo Vicente Hondarza, misionero asesinado en Lampián (Perú) en 1983. La fe en Dios la ha acompañado en este tiempo y ha llamado a la vocación a prácticamente toda a su familia, vinculada a la Iglesia, con las mujeres entre las hermanas de la Caridad, congregación de la que una de sus hermanas llegó a ser superiora en Zaragoza. Solo Teo y su hermana Juanita, fallecida hace unos días en la misma residencia, no habían sentido la llamada del Señor.

Sin embargo, su vida ha estado muy pegada a la Iglesia. Ha acompañado a su primo, el sacerdote Emiliano Hondarza, allá donde ha ido una vez que volvió de la misión que en los años ochenta y noventa le llevó a tierras peruanas a continuar la labor de su hermano asesinado. Teo fue tras él por varios pueblos de la provincia, entre ellos Socuéllamos, Miguelturra y Mestanza, ocupándose de cuidarle y de tener a punto las cosas de la parroquia. Una vida de cuidado y dedicación, de costura y bordado, de plancha, de darlo todo por los demás. Él le devolvió el favor compartiendo con ella y su hermana la residencia cuando la salud comenzó a fallar. «Ha cuidado de mí toda la vida y ahora tengo que hacerlo yo por ella», decía Hondarza. Le sorprendió la muerte a los 89 años el pasado mes de febrero.

Cuenta estos detalles de su vida Miguel Ángel Rivera, que durante años vivió puerta con puerta con la familia Teo en la calle Camarín, de Ciudad Real, de donde les viene la devoción por la Virgen del Prado, de la que la ya centenaria era camarera. «Unos en el número 3 y otros en el 5», rememora, «y allí hemos vivido momentos muy buenos y otros malos». Precisamente así se expresa la propia Teófila desde su habitación en la residencia: «Hay malo y bueno, cumplo 100 años, que Dios se los dé, yo no quiero homenajes», comenta mientras se oye, de fondo, el ruido de la televisión que la acompaña. «Está pasando unos días regulares», comenta una de las trabajadoras que la cuida. La razón, que ve que sobrevive a todos a los que quiso. No quería homenajes, pero lo tuvo, y de qué manera. La familia que ahora la cuida, la de la residencia de Nuestra Señora de la Asunción, no podía dejar pasar tan especial aniversario y se ocupó de llevarla hasta las lágrimas de emoción.

En el día de su centenario todo el personal de la residencia pasó por su habitación para tener un pequeño detalle con ella. En medio de su dolor, en el gesto cotidiano de no molestar, se mostró abrumada por la cercanía de tanta gente. Se hizo un paréntesis de las actividades para poder felicitarla en una fecha tan señalada. Una tarta, un pastel, un buen ramo y los bombones que le deleitan. Todos con ella y ella con todos: «Por favor, que la tarta llegue a toda la planta de la residencia». La generosidad todavía cumple años.