Me llega la triste noticia en la tarde del día de fin de año, de la muerte repentina e inesperada de mi compañero de despacho, de mi amigo, de mi ‘hermano’ José Angel Muñoz Gómez (Pepe); no alcanzaba a entender y mucho menos a comprender lo que me estaba comunicando su hermano Felipe; y aún sigo sin creerlo.
Pepe ha sido una de las personas más importantes que han pasado por mi vida; el que comenzó como pasante en mi despacho hace más de treinta años, se había convertido en mi maestro y de muchos compañeros, por su comportamiento siempre dispuesto con una sonrisa por muy grave que fuera el asunto que tuviéramos que abordar.
Fue una persona de una lealtad inquebrantable y con un comportamiento ético y deontológico impecable; estoy verdaderamente abrumado por la cantidad de condolencias que estoy recibiendo en estos días, tanto telefónicas, como por whatsapp y correo electrónico, de multitud de compañeros, amigos y clientes que se han visto sumidos en una enorme tristeza por la falta de un referente como el que constituía Pepe.
Pepe fue una figura inquieta, enamorada y nerviosa, acaso más iniciadora y dinámica que rigorista y profunda, pero siempre interesante e indispensable. Amaba profundamente su profesión, aun cuando por su enorme responsabilidad, le deparara muchos sinsabores; que superaba a base de tesón y dedicación hasta la extenuación; pero jamás hasta el último día desfalleció para que los derechos e intereses que sus clientes le encomendaban resultaran reconocidos.
No hubo asunto o defensa, en medio de la indolencia, en el que Pepe no llevara un papel preeminente; estoy viendo su entusiasmo de chiquillo –su alma se detuvo en el tiempo- cuando un largo litigio terminaba en éxito. Había que verle ir y venir preocupado en los detalles en la labor más ingrata y que mayor vocación requiere y aquella zozobra, aquella inquietud suya hasta tocar el final. Persona generosa en toda la amplitud del concepto, jamás Pepe suplicó nada ni quiso nada, era un  hombre sano. Tanto es así que practicó la Abogacía pro bono en multitud de ocasiones, de una manera discreta pero con la misma dedicación y entusiasmo, como si fuera a recibir una minuta por sus servicios.
Todavía no sabemos si la muerte es el haz o el envés de la vida, o viceversa, pero cuando el día primero del año, he visto esas coronas de flores naturales que tapaban el féretro, he sentido la confusión de ambos momentos en una visión más mística que literaria. Me parecía ver el alma de Pepe en cada crisantemo y en el cáliz de cada siempreviva. Su vida fue eso -energía y color- y han querido los hombres serle fieles hasta el último instante.
Sabemos de la serena resignación de su apoteosis, y no ha hecho sino responder a una vida derecha y transparente. Ya sus ojos, siempre optimistas y despiertos, dormirán en la eternidad.
Descanse en paz nuestro querido Pepe y que un coro de trompetas le haya recibido con el alborozo de los elegidos.