Editorial

La agonía de un gobierno ya inviable que no se pone de acuerdo

-

Lo único que mantiene unido al Gobierno de España es su propia supervivencia. Nació con la finalidad de existir y lo hizo con respiración asistida por socios de investidura y presupuestos de muy dudosa condición. Echó a andar con los problemas emanados de la radicalidad y el ego del exvicepresidente Pablo Iglesias, se intentó reflotar con la salida mal maquillada del cofundador de Podemos y en los últimos meses es una agonía política que podría tener su interés como experimento si no fuera porque tiene consecuencias para España y para los españoles. El humillante viaje a Marruecos de la semana pasada ha sido el penúltimo ejemplo de que algunas decisiones incomprensibles del Ejecutivo, como todas las relacionadas con nuestros vecinos del Sur, no solo no han tenido el efecto constructivo anunciado sino que han agigantado problemas o los han creado allí donde no los había, como ha sucedido con un socio energético estratégico como Argelia.

La última ola de convulsión que ha sacudido al maltrecho bipartito ahora personificado en Pedro Sánchez y la vicepresidenta Yolanda Díaz, que parece haber desatendido (parece) por una semanas la marcha de su proyecto político personal para encarar negociaciones como la del Salario Mínimo Interprofesional, es la referida a la modificación de la 'Ley del solo sí es sí' para que los violadores y pederastas dejen de salir a la calle en serie antes de cumplir las condenas que los metieron allí donde deben estar. La postura intransigente y párvula de los líderes de Unidas Podemos, con la ministra de Igualdad, Irene Montero, a la cabeza, ha sido demasiado incluso para el PSOE de Sánchez, que parecía dispuesto a tragar con todo (más de 400 agresores sexuales en la calle, y subiendo) con tal de permanecer en la coalición.

Antes fue la guerra de Rusia contra Ucrania y Europa, la posición de la OTAN, de la UE, el envío de armas... Todo, porque en su raíz, Unidas Podemos y el Partido Socialista, que no el PSOE de Sánchez, que son cosas diferentes, no tienen nada o casi nada en común. Lo difícil de lo que le quede al acuerdo, que es poco porque este año, quizás más pronto que tarde, habrá llamada a urnas, va a ser un calvario para el país y para los ciudadanos. Cada partido va a actuar buscando apaciguar a sus convencidos (la rivalidad por el relato es de tal calibre que el presidente pisó a Díaz el anuncio de la subida definitiva del SMI) y el choque será inevitable. Así las cosas, y a la vista de que la degradación no la oculta ni una subida de las pensiones que los trabajadores en activo no pueden ni soñar, es posible que incluso alguien tan aferrado al poder como Sánchez se vea abocado a disolver las cámaras muy pronto. Debió hacerlo tiempo atrás.