Los molinos de viento y su icónica estampa en lo alto de cerros y sierras, se han convertido en la seña de identidad turística de Castilla-La Mancha, un elemento que identifica a este territorio por todo el mundo. Miguel de Cervantes y su obra universal, El Quijote, han tenido mucho que ver: «Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino».
Especialmente conocidos son los molinos de Campo de Criptana. Los antiguos, Sardinero, Burleta e Infante, soberanos del tiempo y los relatos, permanecen en pie desde el siglo XVI conservando su mecanismo original. Maestros artesanos como Juan Bautista Sánchez-Bermejo y Vicente Casero se afanan para que el tiempo no pase por ellos.
Este último trabaja actualmente en la reconstrucción del Molino Sansón Carrasco de Puerto Lápice. Introducirá maquinaria nueva, pero fabricada con las técnicas tradicionales, con el fin de que este 'gigante' recupere su función original. Formará parte de la treintena de molinos reparados que hay en Castilla-La Mancha, aunque sólo nueve cuentan con maquinaria original y están situados en Campo de Criptana (Ciudad Real);Consuegra, Camuñas y El Romeral (Toledo) y Mota del Cuervo (Cuenca).
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En la provincia de Ciudad Real también destacan los molinos de Alcázar de San Juan, en el Cerro de San Antón;y los siete que hay en Herencia, repartidos entre la Sierra de la Horca y la Sierra de San Cristóbal.