Francisco García Marquina

EN VERSO LIBRE

Francisco García Marquina


Un país okupado

14/12/2021

España es un buen país, pero no puede decirse que sea el mejor del mundo porque tal valoración es imposible de aplicar. Amo a esta tierra pero con la evidencia de que ni es el paraíso ni sus gentes las mejores del mundo porque, además, esta falacia de la excelencia convertida en creencia y codificada en símbolos es la base de los nacionalismos. Y amo a España y defiendo su unidad y sus singularidades porque «right or wrong it's my country», pues el amor a la patria es una participación del que tributamos a nuestros padres y antepasados.
Una visión crítica ofrece hoy una imagen tanto de complacencias como de desagrados, pero con una resultante mayoritaria negativa porque no es fácil sonreír bajo una grave pandemia, en una crisis económica, con una disgregación territorial y en un ambiente de corrupción.
Uno de los síntomas de desorden es el fenómeno de las 'okupaciones', que son el apoderamiento sin derecho y con violencia de locales para utilizarlos, generalmente, como vivienda. La ocupación provoca un malestar social porque va contra el derecho de propiedad, los ocupantes son gentes marginales que usan formas agresivas y crean ambientes de miseria y desafío y porque una ley tolerante con el delito les protege frente a sus legítimos dueños.
La semana pasada hubo un incendio en un local okupado que causó la muerte de una pareja y sus dos hijos pequeños y el terrible suceso provocó una conmoción social de esas muy hondas pero que caducan en una semana. Las víctimas eran inmigrantes y pobres y serían las velas o los braseros y los trapos que les daban el abrigo, los que les causaron la muerte.
Ellos vivían fuera de la ley, pero no al margen del derecho, que en este caso es el derecho a la vida. Quienes sufren la pobreza o la injusticia tienen la licencia de la excepción y la informalidad para sobrevivir. Son sucios, groseros, drogatas, descuideros, pero estos okupas son seres humanos y les miro con la compasión que inspira su desgracia.
Pero hay una okupación de alto nivel que no es la de los pobres sino la de los poderosos. La okupación eminente empieza por las altas magistraturas de advenedizos incompetentes. La corrupción peor es la de las cabezas, que es por donde se pudre el pescado.
Los ministerios están okupados por gentes designadas a capricho y sin capacitación, la Navidad tiene unos belenes okupados por figuras estrambóticas, en la catedral de Toledo se baila la bachata, la justicia ha sido okupada por la conveniencia, lo femenino ha sido okupado por el feminismo, el idioma español es arrinconado por dialectos tribales, la ética nacional es dictada por pillos argentinos y la historia general es okupada por una memoria parcial. Pero lo catastrófico es que el parlamento nacional ha sido okupado por los enemigos de España.
La okupación de fondo es la de nuestros cerebros intoxicados por el pensamiento 'correcto' saturado de mentira, rencor y banalidad que nos lleva a la impasibilidad ante nuestra propia desgracia. Y nos vamos mutando en mansos imbéciles , 'todos' hasta llegar a ser 'todes'.
La salvación de España empieza por echar fuera a esta partida de okupas de alta gama.

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