Alfonso José Ramírez

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


Nadie da lo que no tiene

17/06/2022

El concepto de Evolución nos sitúa ante la formulación de la ley de la gradualidad. Aquello que llega a evolucionar es por que experimenta en su ser una transformación y, la evolución implica una serie de cambios y modificaciones que alteren la identidad y funcionamiento de un ente u organismo, con el fin de una mejor adaptación al entorno. La evolución es un fenómeno o proceso que está orientado a mejorar una realidad concreta, cuya mejora es paulatina y progresiva hasta conseguir la finalidad inicial que había puesto en marcha el proceso de cambio. La gradualidad incide en el proceso progresivo del cambio: el movimiento transcurre de menos a más.

A propósito de la gradualidad y de la mejora progresiva, con motivo de las vacaciones escolares ya iniciadas para unos y próximas para otros, nos sitúa el momento oportunamente ante la realidad del sistema educativo, que se ve sometido de nuevo a una transformación, por medio de la incorporación de una serie de reformas de la actual Ley educativa, que van a configurar el sistema educativo de los próximos años.

Con esta nueva modificación se incorporan nuevos contenidos emocionales, se rebajan las exigencias del nuevo criterio para promocionar o no de curso según el número de materias suspensas, se readaptan los contenidos curriculares de algunas materias como la historia, con el debate de si el criterio de organización de contenidos responde a motivos ideológicos o no, la filosofía deja de ser obligatoria en la etapa de la ESO y, el curso próximo nos encontraremos con estas nuevas modificaciones desde un escenario novedoso, que deja a gran parte de la comunidad educativa perpleja y desconcertada.

Sin embargo, ¿la nueva Ley educativa apunta a una mejora de la calidad educativa? ¿se atisban signos de mejora en el conjunto de la personalidad del alumnado? El objetivo fundamental que la Ley propone al rebajar las exigencias es que la mayor parte de alumnos puedan titular y puedan pasar de curso y de etapa. Desde hace tiempo, en sucesivas reformas se viene siguiendo esta línea. Por lo que la perplejidad y el asombro, vienen suscitados por el cambio cualitativo que se observa entre el término del alumno de la Etapa Secundaria Educativa obligatoria y postobligatoria y el tránsito a la universidad y a la vida sociolaboral en la etapa adulta de la vida de los alumnos.

Si el fin del sistema educativo es preparar a los estudiantes para integrarse en la sociedad actual y en el mundo laboral consecuentemente, el cambio que experimentarán muchos jóvenes entre lo que propone el sistema educativo primario y secundario respecto a lo que el mercado laboral demanda y exige, en un contexto de sociedad cada vez más tecnificada y especializada, vislumbra un escalón muy difícil de poder subir y escalar.

La sociedad actual es una sociedad globalizada, altamente tecnificada y científica, pues el conocimiento científico-técnico ha venido manteniendo su hegemonía en los últimos siglos y, el mercado actual de trabajo demanda puestos laborales cada vez más especializados: ¿está el sistema educativo primario y secundario en condiciones de poner las bases para que los alumnos puedan ser personas con garantías de éxito en su inserción sociolaboral?

La ecuación que nos va indicando la realidad diariamente es, que a mayor pobreza cultural y académica, mayor dificultad para adentrarse con éxito en el mercado laboral, por lo que el sistema educativo desde este parámetro de facilitarlo todo, no está promoviendo en realidad una preparación formativa progresiva en el alumnado, para que pueda afrontar con cierto éxito las exigencias del sistema laboral actual. La ley de gradualidad nos informa de la necesidad de ir introduciendo progresivamente cambios cuantitativos y cualitativos acordes con el resultado final deseado y esperado.

Pero si el mercado laboral es cada vez más complejo, con sus grandes bolsas de desempleo, su globalización y grandes exigencias de competitividad, un sistema educativo básico cada vez más vulnerable, facilitador de todo, que se rinde ante el esfuerzo, que ha desembarcado ante lo lúdico y el hedonismo como formas pedagógicas innovadoras, ¿estará preparando personas capaces de afrontar no sólo los retos competenciales profesionales, sino los retos personales propios vitales con los que afrontar la pluralidad de vivencias y situaciones humanas que no son lúdicas ni placenteras?

Nunca algo menor ha dado como resultado algo mayor, salvo que el esfuerzo, el trabajo o la exigencia lo hayan desarrollado y posibilitado, por lo que, en la sociedad de las tipologías ideológicas, ofrecer progreso donde no hay evolución sólida es una simple quimera.

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